Note: This story was dynamically reformatted for online reading convenience. Story_codes: nc,snuff,humil,spanish Hayley estaba en pie frente a la mesa del salón central, ahora vac'o. Disimulaba su enfado mientras volv'a a ojear la copia de la última oferta. Se esforzaba por mantener porte elegante a pesar de todo. Incluso quer'a dar cierto aire de superioridad. Era una mujer hermosa. Tal vez no uno de esos bellezones que sal'an en revistas y pel'culas. Su imagen era más real, más natural. Sus ojos marrón claro, grandes y bonitos. La melena castaña oscura llegaba hasta mitad de la espalda. No era completamente lisa si no que pose'a algunas ondulaciones. Además, Hayley siempre ten'a cuidado de ir bien peinada. En esta ocasión llevaba toda la cabellera por el lado izquierdo, dejando ver por completo la mejilla derecha, de aspecto fino, delicado, cubierta solo con un poco de maquillaje. También dejaba a la vista la oreja, adornada con un elegante pendiente en forma de aro dorado, más grueso en la parte inferior que en la superior. Sus labios eran carnosos, sensuales, maquillados de color rosa suave. Si su rostro era agradable, su cuerpo tampoco dejaba nada que desear. De nuevo, era muy distinta a esas escuálidas modelos. Su cuerpo ten'a curvas. No, no le sobraba un solo kilo, todo lo contrario. Ten'a una figura saludable, voluptuosa. Tal vez le habr'a venido bien ser un poco más alta. Sus caderas eran gruesas. Acababan en un hermoso trasero redondeando y firme, sin excesos. Era la clásica figura de reloj de arena, o lo habr'a sido de ser sus pechos algo más pequeños. Eran grandes. Muchos habr'an dicho que eran, de hecho, demasiado grandes. Al ser una mujer joven aún no hab'an cedido por completo a la fuerza de la gravedad. Unos pocos los considerar'an casi vulgares. Otros los apreciar'an como un magn'fico tesoro de la naturaleza, dignos de ser admirados ahora, en su plenitud. Aunque la misma Hayley no acaba de estar contenta con ellos. Demasiado grandes. La mujer se enfundaba en un ceñido traje azul que marcaba sus sensuales formas. El escote de cuello de barco, dejaba ver parte de los hombros, la clav'cula, y el propio cuello de Hayley. Escond'a los pechos, forzando a volar la imaginación de quien la mirase. La parte baja ca'a un poco por encima de las rodillas, mostrando unas piernas bonitas cubiertas por pantis negros. Los zapatos, por supuesto, iban a juego con el vestido. De color azul oscuro, con tacón de la altura justa. Consegu'an que su dueña pareciese unos cent'metros más alta, y sobre todo, la hac'an contonear las caderas sensualmente al andar. Generalmente Hayley se mostraba con gesto agradable, quizás un poco altivo en ocasiones, pero su sonrisa era cálida y bonita a la vez. Ahora solo mostraba media de esa sonrisa. Los labios le temblaban esporádicamente al apretarlos por la rabia. S', hac'a su mejor esfuerzo por demostrar que controlaba la situación, as' lo cre'a, pero el asunto comenzaba a cansarla. Frente a ella un tipo de apariencia normal. La apariencia más normal del mundo. De haber sido las cosas distintas, alguien podr'a haber preguntado a la mujer por la descripción de aquel hombre y ella habr'a respondido poco más que, "moreno, vestido con traje negro, camisa blanca, y corbata azul". También podr'a haber añadido que estaba en forma y que sus ojos eran marrones, pero sobretodo fr'os. Nada más. No era este hombre, quien se hab'a presentado como Bob, el causante de su ira. Tan solo era el mensajero. Aquel problema ten'a otro monde. Rick Maretti. Hayley hab'a heredado el hotel de su padre, fallecido años atrás. Al principio le hab'a costado llevarlo todo. Era tan joven cuando se vio dirigiéndolo... Sin embargo no se hab'a hundido. Hab'a tomado las riendas. Hab'a aceptado el consejo de sus empleados, hab'a trabajado hasta el agotamiento, y hace un par de años hab'a conseguido volver a hacerlo rentable. Ten'a mucho a su favor. Un emplazamiento perfecto casi en el centro de la ciudad, unas instalaciones no muy grandes pero s' confortables y elegantes. Una clientela fiel. Cr'ticas positivas en gu'as y páginas web. Hombres que volv'an solo por tener la ocasión de verla de nuevo y fantasear con ella una vez más. Aún as' su esfuerzo hab'a sido el factor más determinante. Hac'a un par de meses hab'a llegado Maretti. Hab'a comprado los edificios de un par de manzanas a la redonda. Quer'a construir uno de esos mega centros comerciales. El Hotel de Hayley estaba justo en mitad del supuesto proyecto. La oferta hab'a sido generosa, muy generosa. Ella simplemente no quer'a vender. Ya ten'a dinero y el hotel lo era todo en su vida. El único recuerdo de sus padres. Rechazar la oferta fue sencillo. Los siguientes meses no tanto. Primero aumentó la delincuencia en el vecindario. Hayley reaccionó contratando seguridad privada y elevando un par de cartas al ayuntamiento, después de enviar una copia a los periódicos, claro. Siguieron un par de robos, nada serio. No hab'an funcionado. La última jugarreta hab'a sido un soborno al inspector de sanidad. Por eso estaba cerrado el hotel. Acababa de exterminar unas ratas que en realidad nunca estuvieron all'. Otro inspector llegar'a al d'a siguiente para certificar que todo estaba correcto. A pesar de cada triunfo, empezaba a estar más que harta. Bob era el último enviado de Maretti. Hab'a algo distinto en él, algo que no gustaba a Hayley. Claro estaba que lo hab'an enviado por resultar más amenazante, y lo hab'an hecho sin previo aviso. Se hab'a presentado all' hac'a una hora, cuando ella revisaba los últimos detalles antes de la reapertura. Le hab'a dejado pasar con dos intenciones. En primer lugar, tratar de hacerle comprender que no iba a vender. Incluso si se arruinaba y deb'a cerrar el hotel, no vender'a el terreno. Toda la campaña en su contra era inútil. La segunda era demostrar que no pod'an asustarla. A ella no. Tampoco pod'an comprarla. La oferta era estratosférica para el valor real del terreno. Aceptando ya no necesitar'a trabajar nunca más. Daba igual. Era cuestión de convicciones. Tras unos segundos pensando volvió a esbozar una bonita sonrisa cargada de seguridad, con algo de arrogancia. -Bob... - esperó por si el hombre completaba el nombre con un apellido. -Bob está bien - respondió él secamente. -Bob. No voy a vender. Este hotel es mi vida. Es m'o. No voy a desprenderme de él. Espero haberlo dejado claro de una vez. Él ni se inmutó. Su actitud molestaba a Hayley. Era como mirar una foto, siempre el mismo rostro impasible. -Mi cliente cree que realmente deber'a reconsiderar la oferta. Este barrio es peligroso. Hayley sintió una nueva oleada de ira. Aquel tipo iba a su hotel, su hogar, armado únicamente con una carpeta llena de documentos y un malet'n aún cerrado. No conforme con insistir, la amenazaba. Cerró las manos, de dedos delgados, formando pequeños puños que ocultaban la cara manicura y el esmalte rojo. Controló la ira. Ese hombre deb'a pretender hacerla enfadar. No quer'a darle ese placer. Recuperó la sonrisa por enésima vez. -He vivido aqu' desde siempre. Sabré arreglármelas, gracias. -Mi cliente también me ha pedido que la advierta. Esta es la última oferta. Por eso voy a repetirla una vez más. Si ahora me dice que no, ya no habrá marcha atrás. No habrá más ofertas ni oportunidades. ¿No va a reconsiderar la oferta? -Me alegra que por fin sea la última vez. - Respondió entre aliviada y enfadada. - La respuesta es no. Volvió a sonre'r, victoriosa. No hab'an podido con ella. Maretti iba a recibir una lección de humildad. Dio la vuelta para regresar a su despacho a realizar una última revisión antes de ir a casa a dormir. -Espero que sepa encontrar la salida. -En realidad, aún no me voy. Hayley se detuvo, nuevamente enfada. Giró para volver a dar la cara a aquel pesado. Al hacerlo lo encontró a poco menos de un metro de distancia. -¿Qué? Bob lanzó una patada baja, lo que un luchador llamar'a "low kick" contra la pierna de Hayley, impactando en plena corva izquierda. Mientras emit'a un pequeño chillido de dolor, su pierna ced'a, doblándose y estando apunto de hacerla caer al suelo. Bob no esperó. Su v'ctima no era una oponente en ningún sentido de la palabra, pero él siempre se comportaba como si realmente pudiesen o supiesen defenderse. Un profesional no acepta márgenes de error. Lanzó un gancho que golpeó a la mujer en la mejilla izquierda, causando una pequeña herida en el rostro y haciéndola sangrar por la boca al morderse el labio. Agarró entonces con ambas manos la cabeza, tirando hacia abajo para ganar fuerza al conectar un rodillazo en el estómago. Hayley, aturdida y sin poder cargar peso en la pierna izquierda, cayó hacia atrás, volcando y rompiendo una mesa al chocarse con ella. Aturdida, moviendo la cabeza de lado a lado sin ser del todo consciente de los últimos acontecimientos, no lo notó cuando Bob la agarró de ambas piernas y tiró hacia s' para quitarla de los restos de la mesa. Empezó a patalear un poco cuando notó que alguien le separaba las piernas. Más por reflejo que por intención, lanzó un par de golpes con las manos. Bob reaccionó desviando fácilmente los fútiles ataques. Agarró la cabeza de ella con ambas manos, y golpeó el cráneo contra el suelo un par de veces. No la dejó inconsciente, solo demasiado aturdida. Una vez arrebatada toda lucha de la pobre Hayley, Bob le separó las piernas y se arrodilló entre ellas. Subió el vestido rasgándolo un poco por el tirón. No se molestó en bajarle los pantis, los rajó a tirones por la zona genital. Se encontró con unas bonitas bragas de encaje, también negras, que pronto rompió cómo hab'a hecho con los pantis. Ten'a delante una vagina preciosa, de labios rosados, prietos, con solo un poco de pelo justo por encima. No esperaba menos de una mujer tan cuidadosa. Abrió la cremallera de los pantalones y, tras solo unos segundos, asomaba una enorme erección. Seguramente era la más grande que ella hubiese visto en persona, pero aún no era consciente de su entorno. Solo reaccionó cuando el pene invasor la penetró de golpe, sin lubricación alguna. Un gemido de dolor escapó de los labios de la joven. Comenzó a mover la cabeza de un lado a otro mientras repet'a "no". Todo su cuerpo se agitaba mientras las primeras lágrimas comenzaban a recorrer las mejillas directamente hacia el suelo. Aún mareada, le costó poner las manos en el pecho de su agresor, tratando de quitárselo de encima. No habr'a tenido fuerza suficiente encontrándose centrada y en plena forma. Tras ser vapuleada y sin ver n'tidamente, fue un esfuerzo completamente inútil. Bob respondió agarrando ambas manos con la zurda para ubicarlas sobre la cabeza de la joven. Durante unos instantes, Bob siguió poseyéndola as', disfrutando del espectáculo de los pechos botando bajo el cada vez más desaliñado vestido azul. Agarró el escote con la diestra. -No... - gritó ella, cada vez más centrada. - ¡Noooo! Bob tiró con fuerza. El sonido de tela rompiéndose inundó el salón por unos instantes. Los grandes pechos de Hayley solo estaban cubiertos ahora por un sujetador, también de encaje negro, sin tirantes. Los dejó as' por ahora. Hayley casi hab'a vuelto en s' del todo. Volvió a gritar. Bob le tapó la boca con la mano derecha. No es que los gritos supusiesen un problema, nadie la oir'a fuera del hotel, pero su experiencia le dec'a que as' sus v'ctimas se sent'an más indefensas. Eso le gustaba. La mirada de terror de Hayley fue suficiente recompensa. Las embestidas aceleraron, indicando la inminente eyaculación. Bob se dejó ir, llenando la vagina de la chica. No le importaban mucho las pruebas. No estaba fichado, no hab'a muestras con las que comparar, ni ADN ni huellas. Solo un montón de casos sin resolver, todos catalogados como "agresor desconocido". Ahora añadir'an un nuevo nombre al expediente. En realidad ven'a bien, con v'ctimas tan dispares nunca pensar'an en un profesional. Una vez quedó libre, Hayley se encogió sobre s' misma, en posición fetal sobre el costado derecho.. La rodilla le dol'a much'simo, al igual que la espalda, la mejilla, y la cabeza. Se sent'a sucia y humillada. Intentó recomponer el vestido con la mano izquierda mientras, instintivamente, llevó la derecha a la zona genital que le dol'a y escoc'a a partes iguales. Solo ten'a fuerzas para llorar. Y lloró, perdiendo la noción del tiempo. Bob volvió a acercarse. Ella lo escuchó. No se atrevió a mirarle. -¡Firmaré! - dijo entre sollozos - lo que quieras. Bob sonrió. Este era de sus momentos preferidos en cada trabajo. No serv'a cualquiera. Solo lo disfrutaba cuando se trataba de esta clase de mujer. Fuerte, guapa, con personalidad. Una que realmente tuviese algo antes de quebrarla. La agarró por el pelo. Prácticamente la levanto en peso mientras Hayley segu'a llorando y gritando. -¡No!, ¡Para!, ¡Voy a firmar!. Sin hacer caso, Bob agarró lo que quedaba de vestido y empezó a tirar. Hayley ten'a problemas para mantenerse en pie. La pierna izquierda aún no respond'a bien y ella segu'a algo mareada. Aún as' trató de agarrar la tela mientras su agresor la arrancaba de varios tirones. Tembló, se agitó, y resistió cuanto pudo cuando él arranco el sujetador. Los pechos quedaron por fin al aire. Notó frió en los pezones, redondos, casi de color caramelo. Por supuesto no estaban erectos, ni lo iban a estar. . Mientras segu'a sosteniéndola por el pelo con la mano izquierda, Bob comenzó a jugar con las tetas. All' no hab'a sitio para la delicadeza. Los apretó, los estrujó, los lamió, los retorció, e incluso mordió con fuerza dejando la marca de los dientes. Los gritos no cesaron en ningún momento. Al final la soltó para ver su obra. Hayley se sostuvo en pie con dificultad. Intentó tapar los pechos con el brazo derecho, labor harto complicada, mientras cubr'a su sexo con la mano izquierda. Estaba en pie vestida únicamente con unos pantis desgarrados y los zapatos, llorando mientras pugnaba por no volver a caer al suelo. Bob volvió a acercarse y agarrarla por el pelo. La conduc'a hacia la pared de la izquierda, adornada con un gran espejo que la recorr'a por completo. -¡Basta! - gritaba ella entre sollozos. - ¡Ya basta! No hubo respuesta. La hizo inclinarse hacia delante cerca de uno de los cómodos sofás del salón. Hayley apoyó los brazos rápidamente para no caer, quedando frente al espejo. Pudo ver sus enormes pechos colgando. Contempló a Bob agarrando el pene, listo para penetrarla de nuevo, desde atrás en esta ocasión. Ella cerró los ojos e hizo el firme propósito de no gritar más. Estuvo a punto de fallar casi al instante, pero no fue as'. Apretó los dientes, cerró los ojos con fuerza, y tan solo se le escaparon algunos gemidos de dolor cuando la penetración era especialmente fuerte. Bob miraba el espejo. Estaba mesmerizado. Al principio también hab'a dudado sobre si aquellas tetas no eran un poco demasiado grandes. Al verlas balancearse sin control, chocando una con otra, sufriendo ondulaciones al agitarse, salió de dudas. Tal vez no era su tipo de mujer ideal, pero desde luego representaba un auténtico espectáculo. Hayley probó a agarrar los brazos del sofá para paliar el dolor. No sirvió. Apretaba cualquier cosa al alcance de sus manos. Buscaba a tientas algo a lo que aferrarse. Nada serv'a. Le pareció permanecer as', montada como un animal, durante horas. Al final, por segunda vez en la noche, notó el semen de aquel desalmado llenándola. Cuando acabó la soltó, dejándola caer sobre el sofá. El torso quedó sobre el asiento mientras las piernas colgaban hacia el suelo, apoyándose con las rodillas en él. No le quedaban fuerzas ni voluntad para intentar levantarse. Aún as' giró la cabeza cuando escuchó pasos a su espalda. Vio al violador agarrando la pata de la mesa que hab'an roto durante la "pelea". Sintió más pánico del que jamás hab'a cre'do posible. Trató de ponerse en pie apoyándose en las manos, pero recibió un fuerte golpe en el h'gado. El dolor casi la paralizaba, aunque consiguió incorporarse e incluso dar la vuelta. Sin tiempo para más, fue incapaz de protegerse ante un segundo golpe con la punta de la pata, a modo de estocada, directamente contra el estómago. Volvió a caer al sofá, esta vez boca arriba. -¡No! , ¡No!, ¡No!, ¡No! - Trató de gritar, aunque el golpe la hab'a dejado con poco aire. - Te lo suplico - hablaba entre sollozos. - Firmaré. Haré lo que quieras. Yo... yo... - además de llorar, se sonrojó de vergüenza ante su propia oferta antes si quiera de realizarla - dejaré que me... me... -Folles - la interrumpió Bob, aún armado con la pata de la mesa. - Dilo. -Dejaré que... - cerró los ojos. Se hizo a la idea. Pod'a soportar la humillación. - Dejaré que me folles. - las palabras salieron de la boca con asco, con la derrota marcada en el timbre de voz. - cómo tu quieras. Bob sonrió. Sintió otra erección de camino. La hab'a quebrado totalmente. -Te dije - continuó a regañadientes, lamentando no tomarla otra vez - que si te negabas no habr'a marcha atrás. - Alzó la pata de nuevo. -¡No!, ¡Por fav...!, ¡Ahhh! Hayley gritó de dolor cuando un nuevo golpe interrumpió sus palabras. El impacto le rompió la clav'cula derecha, clavando el hueso contra los músculos. La agresión ya no paró. Hayley intentó defenderse poniendo los brazos y las piernas delante. Escuchó claramente el chasquido cuando los huesos del antebrazo izquierdo se rompieron. Sintió la rodilla "buena" salirse de su sitio. Pronto ya no pod'a protegerse de ningún modo. Eso no detuvo la paliza. El estómago, los riñones, de nuevo el h'gado. Los enormes pechos se convirtieron en el blanco estrella. Eran fáciles de alcanzar y los gritos de dolor alcanzaban cotas exquisitas para Bob. El esternón, además de algunas costillas y la cadera, también se quebraron. El agresor quedó agotado de tantos golpes, deteniéndose para recuperar el aliento. Hayley era un desastre. Una burla de la mujer joven y hermosa que hab'a sido hace tan solo unas horas. Estaba llena de moratones, de cortes, de arañazos. Ten'a varias hemorragias internas, órganos reventados. Una costilla se hab'a clavado en el pulmón, haciéndola toser sangre además de provocar un sufrimiento horrible cada vez que respiraba. Sent'a tanto dolor que era incapaz de controlar una serie de continuos espasmos. Se hab'a meado encima, manchando los caros pantis que luc'a en las piernas. Ten'a varios hilillos de sangre que descend'an desde boca y nariz tanto hacia el cuello y el pecho como hacia los lados de la cabeza, manchándole el pelo con una mezcla de sangre y saliva. No lo sab'a, o no lo pod'a aceptar, pero ya no ten'a salvación posible. Tan solo el rostro hab'a quedado a salvo del brutal asalto, dañado únicamente por el gancho con el que la hab'a atacado al principio, antes de la primera violación. Ahora todo aquel horror le parec'a insignificante en comparación. -A... ayuda. - Intentó alzar el brazo en un gesto de súplica, pero este se torc'a innaturalmente un poco por encima de la muñeca. - M... me... médico. Bob sonrió. Estaba claro que Hayley se aferraba la vida. No pudo evitar comprobar hasta qué punto. Subió al sofá, arrodillándose junto a ella. Acercó el pene a los labios de su v'ctima. No necesitó más. Hayley, con el dolor y el miedo forzándola a superar la humillación del momento, abrió la boca. Acarició el glande con la lengua sin mucha maestr'a. Jamás le hab'a gustado dar sexo oral. Empezó a mover el cuello para bombear con la cabeza. La clav'cula rota le mataba al hacerlo. Nuevas lágrimas de dolor empañaron su hermoso rostro. Bob, algo decepcionado con el ritmo, aunque satisfecho con el esfuerzo, agarró la cabeza con ambas manos para empezar a masturbarse usando la boca de la pobre mujer como juguete sexual. Además él mov'a las caderas adelante y atrás. Desde luego no fue la mejor mamada de la historia, no a nivel de ejecución, pero Bob estaba tan excitado que notó en seguida la tercera corrida de la noche. Le sacó el miembro de la boca, manteniendo la cabeza levantada con la mano izquierda, mientras se acababa de masturbar con la derecha. Eyaculo por todo el rostro, salpicando también la melena castaña que luego utilizó para limpiarse. Las manchas de sangre se mezclaban en algunos puntos con las de semen, creando una mezcla rosácea que a Hayley le pareció muy mal oliente. -No puedo creerlo- Dijo Bob mientras se repon'a. - Te mato y, además de la paga que me van a dar, cómo agradecimiento vas y me la chupas. - Sonrió - Nunca hubiese dicho al verte que eras tan puta. Hayley abrió los ojos como platos, prácticamente el único movimiento del que era capaz, e intentó rogar otra vez. Bob agarró la pata y la golpeó con fuerza en la frente. Tal fue el golpe que la madera se partió en dos. Usó lo que quedaba para seguir golpeando la cabeza, de frente y por los lados. Cuando acabó, hab'a destrozado por completo un ojo, roto la nariz, y arrancado algunos dientes. Nada de eso era lo peor. Hab'a destrozado la parte superior del cráneo, llenando de sangre el pelo además del sofá. En realidad hab'a salpicado bastante por los alrededores. Además, pod'an verse trozos de hueso e incluso un poco de materia gris. Claro que de gris ten'a solo el nombre, estaba tan enrojecida como todo lo demás. Bob se preguntó quién encontrar'a el cadáver. Tendr'a que leer los periódicos del d'a siguiente. Hab'a terminado el trabajo. En unos d'as Maretti enviar'a a uno de sus sicarios a pagarle. Habr'a una investigación en la que Maretti ser'a el primer sospechoso, claro, pero no encontrar'an nada. El dinero saldr'a de los negocios sucios de su cliente. Efectivo, imposible de trazar. Las caracter'sticas del crimen encajar'an con las de muchos otros a lo largo del pa's. De hecho Bob, estaba seguro, deb'a ser considerado un simple asesino en serie. El término pod'a ser correcto, pues era un sociópata, pero hab'a encontrado una forma de encauzar ese pequeño problemilla. Solucionar problemas. Miró su última obra. No sintió ningún remordimiento a pesar del estado en que hab'a dejado a Hayley. Era incapaz de tales sentimientos, y la lógica le dec'a que, después de todo, le hab'a dado la oportunidad de salvarse. Por eso le llamaban en el mundillo "solucionador" en lugar de asesino a sueldo. Simplemente solucionaba problemas, solo que muchas veces lo hac'a asesinando. Ten'a el trabajo de sus sueños. Era el momento de largarse. Consigo llevaba la satisfacción de un trabajo bien hecho.