Note: This story was dynamically reformatted for online reading convenience. Story_codes: nc,snuff,spanish Sonó el timbre de la puerta. Katya no esperaba visita aquel d'a. Los niños pasar'an el fin de semana con Sean, su futuro ex marido. No le hab'a agradado la idea, pero su abogada dec'a que era lo mejor. Si quer'a sacar algo del divorcio deb'a mostrarse dispuesta a hacer algunas concesiones. No es que fuese una mujer avariciosa, pero se hab'a acostumbrado a cierto nivel de vida. Conoció a Sean siendo ambos muy jóvenes. Ella iba a empezar la universidad mientras que él ya era el heredero de un auténtico imperio financiero. Fue un auténtico flechazo. Unas pocas fiestas, mucho sexo, y cuando se quiso dar cuenta ya eran un feliz matrimonio. Desde entonces escuchó mucho la expresión "esposa trofeo" e incluso "mujer florero". No era de extrañar, hab'a sido una jovencita preciosa. Con el cabello rubio de color dorado, haciendo honor a sus ancestros del viejo continente. Sus ojos eran de color gris oscuro, casi pasar'an por marrones en la distancia. Ten'a facciones finas, delicadas, y una sonrisa dulce. El cuerpo era magn'fico entonces, y no hab'a cambiado ahora. Katya siempre tuvo un par de generosos pechos, aunque sin ser demasiado grandes. Más cerca del noventa que del cien. Llevaba el pelo por debajo de los hombros, solo un poco por debajo, cayendo en hondas y rodeando su hermoso rostro. Durante años hab'a sido la envidia de fiestas y reuniones. Pronto acabó acostumbrándose a su papel además de a la buena vida. No necesitó seguir estudiando. Se dedicó en cuerpo y alma a Sean. Dedicó el tiempo libre a mantenerse en forma. Ni siquiera tras tener dos hijos hab'a perdido un ápice de la explosividad de su juventud. Con cuarenta años recién cumplidos, muchas jovencitas segu'an mirándola con incredulidad. Era algo más que mantener un aspecto joven. Los años le hab'an dado un toque de madurez y seguridad que la hac'an aún más sexi. Aún le resultaba dif'cil asumir que Sean hubiese decidido divorciarse. Fue de la noche a la mañana. Tal vez de haber sido una ruptura progresiva, o de mutuo acuerdo, no se habr'a enfadado tanto. Habr'a luchado por la custodia, pero no habr'a intentado quedarse con un trozo tan grande del pastel. Tras meses de litigios, cuando la situación aún estaba en un punto muerto, se arrepent'a un poco. Ya era tarde para echarse atrás. Ignoraba que él, simplemente, se hab'a cansado de ella. Aún estaba en sus mejores años, pero Sean quer'a volver a gozar de los placeres de una mujer más joven. Durante años hab'a tenido aventuras bien escondidas, pero cada vez era más dif'cil. Cre'a conocer a Katya. Esperaba mucha menos resistencia. Ambos quer'an la custodia, claro, pero pedir la mitad de los bienes... Katya vest'a aquella tarde con un jersey de lana rosa muy claro acompañado de una larga falda blanca. Estaba sentada en el sillón, apoyando los pies sobre la mesilla mientras terminaba de pintarse las uñas de color rojo suave. Tan solo ten'a previsto pasar la tarde tranquilamente, tomar un par de copas de vino, y ver alguna pel'cula. Algo sencillo. Ya que no ten'a ninguna obligación y ya hab'a corrido por la mañana, pensaba relajarse. Quizás redondear'a la noche con un buen baño mientras le'a alguno de los libros que parec'a posponer eternamente. El sonido del timbre trastocó un poco sus planes. -Será un vendedor- se dijo - o algo por el estilo Con cierta desgana, dejó el bote de esmalte en la mesilla para levantarse. No viv'a en cualquier piso. Se encontraba en una de las casas de Sean que, por el momento, hab'an acordado dejarle a ella. Se acercó a la pantalla que mostraba la puerta principal. Hab'a un solo hombre, moreno, vestido con traje negro, corbata azul oscuro, camisa blanca, y gafas de sol. No pod'a decirse mucho de él, nada destacable, ni muy alto ni muy bajo, con el pelo engominado hacia atrás. Solo se fijó en que llevaba un malet'n en la mano derecha. -¿Quién es? - preguntó ella a través del comunicador. -Vengo de parte de su esposo. Soy el nuevo abogado. Aquella respuesta no la agradó en absoluto. Estuvo apunto de mandarle al infierno de inmediato. Se contuvo. No sab'a nada de esa visita y as' se lo hizo saber. Además, si iban a tratar asuntos legales deb'a estar delante su propia abogada. Sin embargo el tipo respondió. -No le voy a pedir que firme nada hoy. Solo quiero exponerle un nuevo acuerdo con calma, para evitar discusiones y enfrentamientos. Después dejaré los papeles aqu' y usted puede llamar a su abogada para revisarlo ambas tranquilamente. La encerrona segu'a sin gustarle, pero ese hombre ten'a algo de razón. Cuando se hab'an reunido acababan gritándose los unos a los otros como en los programas de la tele. No avanzaban nada. Tal vez era momento para otro enfoque. Hab'an pasado ya cerca de una hora debatiendo los términos del nuevo acuerdo. Sean ofrec'a la casa donde se encontraban, uno de los coches, y una pensión de medio millón al mes. En realidad cualquiera habr'a firmado. Era mucho. Sin tener a Sean delante para discutir, cualquier acuerdo parec'a mejor. El problema ven'a en la custodia. Sean la quer'a completa para s' mismo con uno de cada dos fines de semana para Katya. Justo ese era el tema en el que no estaba dispuesta a ceder. Llevaba minutos y más minutos intentándoselo hacer ver a aquel hombre que se hab'a presentado solo cómo Bob. -No, no, y no. - repet'a disgustada. - No tiene derecho a pedir algo as'. -Es un trato justo - replicó él. - Le da dinero para empezar una nueva vida. No tendrá ninguna preocupación por el resto de sus d'as Katya le quitó los papeles de las manos y los rompió. No iban a comprarla con dinero. Bob por su parte no se alteró. Su trabajo era mucho más divertido cuando rechazaban las ofertas. Por desgracia para él, muchas veces entraban en razón. -Entiendo que no aceptará este trato por mucho que insistamos. -¿Es que no ha quedado claro? Katya estaba a punto de echarlo de su casa. El hombre era muy amable, med'a bien sus palabras. Al fin de cuentas era solo el mensajero. Hizo su mejor esfuerzo por calmarse. -No, no acepto ese trato Bob sonrió. Justo las palabras que esperaba escuchar. Giró el malet'n sobre la mesa de forma que, al abrirlo, la cubierta tapaba la vista de la mujer, impidiéndole ver el interior. -En ese caso, estoy autorizado a ofrecer otro acuerdo aún más favorable, pero es el último. Katya se serenó un poco e intentó volver a acomodarse en el sillón. -Ya puede ser bueno. Bob asintió mientras agarraba algo del interior del malet'n -Mi cliente no le pagará nada a modo de pensión. -¿Qué? - preguntó ella visiblemente ofendida. -Además - prosiguió Bob - no compartirá ninguno de sus bienes. Se quedará con la custodia completa sin un solo d'a de visita -¿Cómo se atreve? - gritó con tanta fuerza que, de ser una casa normal, la habr'an o'do todos los vecinos. - ¡Fuera de aqu' ahora mismo! Bob se levantó rápido como el rayo. Puso un pañuelo blanco en el asustado rostro de Katya mientras con la mano izquierda la sujetaba por la nuca. Katya forcejeó intentando primero apartarlo a empujones, y luego quitar la mano derecha del rostro. El pañuelo estaba mojado en alguna droga que la iba dejando inconsciente según trataba de respirar. Cuando lo notó renovó sus esfuerzos. Trató de dar también algunas patadas, de arañarle el rostro. Poco a poco se iba quedando sin fuerzas. Los brazos se desplomaron mientras notó como le costaba mantener los párpados abiertos. Apenas escuchó las palabras de Bob antes de quedarse dormida. -Y no vas a tener nada porque estarás muerta. Bob levantó a la mujer. Aunque Katya estaba en buena forma, era esbelta. La diferencia de peso entre ambos resultaba evidente, y Bob era un tipo fuerte. Hab'a sido soldado, eso sin contar que su trabajo actual requer'a cierto estado f'sico. Aún as' cargar con un peso muerto resultaba complicado. Claro que Katya aún viv'a, pero estar'a inconsciente durante un buen rato. La reclinó hacia delante para poder agarrarla por las axilas. Pod'a haberla cargado a hombros, solo que eso le parec'a menos divertido. Prefer'a ver los pies descalzos, con las uñas recién pintadas, arrastrando por el suelo. Llevó la carga hasta una de las mesas del salón. All' la incorporó del todo, recostándola después sobre la mesa. La mujer quedó con el torso boca abajo sobre el mueble y las piernas colgando hasta el suelo. Con su v'ctima aún inconsciente, subió la falda por completo, revelando un trasero redondeado aunque firme y musculoso. A continuación bajó las bragas lentamente. No estaba vestida para salir, resultaba normal encontrarse un par blanco, cómodo. Nada de lencer'a fina. Una vez llegaron al suelo las retiró primero de una pierna, luego de la otra. Lamentó un poco su mala suerte. Le encantaba ver a sus v'ctimas con medias o pantis, y con zapatos. El disgusto duró poco. Ten'a ante s' una vagina, si bien no tan prieta como la de una jovencita, si bastante apetecible, coronada por una fina l'nea de bello rubio muy oscuro. Bob estaba desnudo pocos segundos después. Comenzó a penetrarla sin dilación. Su miembro entró, no sin ciertos problemas, hasta el fondo de la primera embestida. Empezó a montarla salvajemente. Heidi, aún inconsciente, no emit'a ningún ruido. Los únicos sonidos proced'an de los gruñidos de Bob. El cuerpo de la mujer se mov'a un poco hacia delante con cada nueva embestida. De haber estado despierta habr'a sufrido el dolor natural de la violación junto al añadido de clavarse el canto de la mesa contra los muslos. Bob no hizo mucho por aguantar ni contenerse. Siguió a buen ritmo hasta acabar corriéndose dentro. Aún ten'a mucho tiempo para divertirse. Este primer asalto hab'a sido solo para desfogarse. Cuando terminó, tras un leve descanso para reponerse, continuó desnudándola. Cada prenda arrebatada consegu'a, ahora s', colmar sus expectativas. Piel suave, tersa. Un abdomen casi liso fruto de horas en el gimnasio. Podr'a haber dicho muchas cosas buenas de tan hermosa criatura. Bob sin embargo era un hombre sencillo. Sab'a que el mejor momento llegar'a al quitar el poco sugerente sujetador blanco. La falta de lencer'a fina fue redimida por un par de magn'ficas tetas. De buen tamaño, grandes sin llegar al exceso. Coronados por dos pezones de color marrón claro junto a dos areolas tal vez un poco, solo un poco, más amplias de lo deseable. Firmes a pesar de estar empezando a notar el paso de los años. Tan solo estaban un poco ca'das. Comprendió perfectamente a su cliente, Katya habr'a seguido siendo bella durante años, durante toda su vida, pero este era su punto álgido. El momento perfecto entre juventud y madurez. Se sintió casi un justiciero. En su retorcida mente ten'a sentido impedir que tan magn'fica flor se marchitase. Katya abrió los ojos poco a poco. Era como despertar de un sueño muy profundo. Notaba su propio cuerpo agitándose de adelante atrás. Estaba tumbada boca arriba sobre el suelo. Los brazos le dol'an. Sab'a que los ten'a bajo la espalda, pero tardó en descubrir que ten'a las muñecas atadas, al igual que los codos. Las ataduras estaban tan apretadas que los hombros parec'an chirriar a cada nuevo movimiento. Tardó unos segundos en ver con nitidez. Antes notó dolor e irritación en su sexo. Gritó aterrada al sentir el pene invasor de Bob violándola salvajemente. Nadie respondió. La casa estaba aislada e insonorizada. Aún as' siguió gritando hasta que su agresor utilizó la mano derecha para mantener la boca cerrada. Eso no impidió que ella siguiese intentándolo. Agitó la cabeza de un lado a otro, tratando de soltarse. Solo logró revolver el pelo y perder de vista a su agresor durante unos segundos. Cómo no pod'a empujarlo con las manos, ni siquiera morderle, intentó hacerlo con las piernas. Tampoco pudo patalear. Ten'a ambas apoyadas sobre los hombros del hombretón. Hizo lo posible por bajarlas. Tan solo consiguió abrirlas un poco más hasta que la izquierda cayó a uno de los costados. Aquel desalmado sujetaba la otra. Katya no dejó de resistir en ningún momento, solo que fue un esfuerzo inútil. Al final notó a su violador acelerando el ritmo. Supo reconocer la sensación. Comenzó a agitarse con desesperación sin darse cuenta del placer adicional que eso causaba en Bob. No solo apretaba más, de forma involuntaria, con las vagina. Además sus preciosos senos se agitaban y tambaleaban, ofreciendo un magn'fico espectáculo erótico. No tuvo más remedio que aguantar mientras aquel hombre eyaculaba en su interior. No era la primera vez durante las últimas horas, pero era la única que ella hab'a sentido. Bob se sentó en el suelo a recuperar el aliento. A su lado Katya empezaba a forcejear con las cuerdas. Nada de lo que preocuparse para el sicario. Su presa no iba a soltarse. Cuando Katya también lo comprendió, cuando el cansancio la iba venciendo, dejó de moverse. Pidió auxilio un par de veces. Sab'a que no recibir'a ninguna ayuda, nadie podr'a o'rla. Entonces cambió su registro. Comenzó a insultar a aquel monstruo. Cerdo, cabrón, hijo de puta. Recitó entre furiosa y asustada cuantos insultos conoc'a. Al acabar, el miedo iba ganando terreno a la ira. La mente reconstruyó los hechos hasta ese momento. Recordó cómo hab'a llegado all'. Recordó las últimas palabras de su violador antes de dejarla inconsciente. Justo en ese momento Bob se levantó exhibiendo una nueva erección. Katya intentó arrastrarse en dirección contraria. Se mov'a mucho más lento. No pudo alejarse. Bob se sentó sobre ella, con una pierna a cada lado de su costado. -¡No me toques! - gritó - ¡¿Qué vas a hacerme?! Bob sonrió. Le encantaba ver el terror apoderándose de sus v'ctimas. -Ya te lo he dicho. Voy a matarte. Las palabras golpearon a Katya como un jarro de agua helada. "Voy a matarte". Lo escuchó una vez tras otra. La impresión fue tan grande que al principio no reaccionó. No hizo nada mientras su futuro asesino colocaba el pene entre los pechos y utilizaba ambas manos para apretarlos contra su miembro. Llevaba un rato usándola para masturbarse cuando fue capaz de reaccionar un poco. Trató de sacud'rselo, aunque nuevamente solo consiguió incrementar el placer que él sent'a. Le dio igual, siguió intentándolo. No lo consiguió. Bob tan solo se retiró tras eyacular sobre las tetas de su v'ctima. Una vez más, Bob se retiró.. Sab'a que Katya estaba aterrorizada. La pobre mujer no dejaba de temblar ni de llorar. Se acercó al malet'n para recoger algo nuevamente. -No lo hagas - dijo Katya entre sollozos. - Dile que no quiero nada. Solo a mis hijos. Puede quedarse el dinero. Con todo lo demás Bob negó con la cabeza. Antes o después siempre llegaba la negociación. En ocasiones ten'a que conformarse cuando aceptaban el primer trato. Más veces de lo deseable. El resto, cuando llegaban a este punto, siempre acababan suplicando. No le extrañaba. Él mismo suplicar'a por su vida si hiciese falta. La mayor'a ofrec'an más sexo. Otras, las valientes o las que se consideraban más dignas, ofrec'an algo distinto. Lo común era mejorar el precio. Katya deb'a pensar que bastaba con rendirse. En ningún caso era as'. Los clientes de Bob pagaban por dos cosas. La primera era su capacidad para resolver estas situaciones. Quienes no acced'an a un trato justo acababan desapareciendo. La segunda, que a ojos de las autoridades era un asesino en serie. La investigación sobre sus clientes siempre ser'a superficial una vez encontrasen ADN registrado en tantas otras violaciones y asesinatos. Si ahora empezaba a dejar vivas a sus v'ctimas, nadie volver'a a contratarle. Para un psicópata cómo él ser'a complicado encontrar otro trabajo en el que le pagasen por hacer lo que le gustaba. Volvió a coger el pañuelo con el que hab'a dormido a su v'ctima la primera vez. De nuevo lo colocó sobre el rostro de la mujer que, de nuevo, intentó resistir con todas sus fuerzas. Hasta aguantó la respiración en un intento de evitar volver a ser drogada. Al final quedó inconsciente como la vez anterior. Bob sacó más cuerdas de su malet'n. Aún le quedaba algo de trabajo pesado. Katya despertó otra vez poco a poco. En esta ocasión no hab'a nadie violándola. Estaba atada a las columnas del techo, sujeta por los brazos. Los hombros le ard'an aún más que antes al estar cargando parte de su peso sobre ellos. Las piernas también estaban atadas al techo por los tobillos. Katya era una mujer muy flexible, pero sus articulaciones dol'an porque la postura era demasiado forzada. Ten'a los pechos apretados contra las piernas, como si hubiesen intentado plegarla sobre s' misma. Parec'a un milagro no haberse roto nada. Se fijó finalmente en un segundo juego de cuerdas que part'a desde sus tobillos. La cuerda sal'a de una pierna, daba una vuelta completa alrededor del cuello, e iba al otro tobillo. De haber dejado caer las piernas un poco más se estar'a estrangulando a s' misma. De hecho ya le costaba respirar. Vió a Bob delante con un afilado cuchillo. El mal nacido no dejó de sonre'r mientras cortó la cuerda que manten'a la pierna derecha fija al techo. De este modo Katya quedó sin aire unos segundos, al caer la pierna unos pocos cent'metros. Requirió de cierto esfuerzo para levantarla hasta una postura en la que pudiese respirar. Bob ya estaba apunto de cortar la segunda cuerda. -¡No!- gimió desesperada - ¡No lo ha...! Agh El asesino realizó el corte. Después caminó despacio hacia el sofá. Lo hab'a colocado justo en frente de su v'ctima. -Imag'nate - dijo mientras se sentaba. - Cuando te encuentren estarás desnuda, colgada en el techo, y con el coño al aire. Esa será tu última imagen. Un coño colgado del techo. Katya se esforzó por mantener levantadas las dos piernas. Todo su rostro se retorció por el esfuerzo. Temblaba debido a la tensión muscular. Tampoco dejaba de llorar mientras suplicaba con la vista. Ocasionalmente miraba hacia la puerta pensando que de pronto llegar'a alguien para salvarla. Ten'a que ocurrir. Bob se masturbaba lentamente, con tranquilidad, mientras la ve'a ejecutarse a s' misma. Perdió la noción del tiempo mientras ve'a aquel magn'fico cuerpo aferrándose a la vida. Disfrutó cuando las piernas fallaron y la mujer ya no pudo mantenerlas más en alto. Ella lo intentó. Trató de volver a levantarlas, incluso pensó en turnar una y otra. Al final las dos extremidades colgaban como pesos muertos cerrando completamente los conductos respiratorios. Fue un proceso lento. Bob ya se hab'a corrido un par de veces cuando la lengua asomó grotescamente entre los ahora azulados labios de la mujer. En los últimos momentos se relajaron los esf'nteres y cayó un fino hilillo de orina durante algunos segundos. Tras vestirse, Bob abandonó el caserón con la satisfacción de un trabajo bien hecho. Ya anochec'a. Era el momento de acostarse. El primer vuelo sal'a a primera hora.