Note: This story was dynamically reformatted for online reading convenience. Keywords: rape snuff oral La agente especial del FBI, Grace Miller, esperaba en el pasillo. Detestaba pasar tanto rato en la morgue. Pasillos blancos, asépticos. Comentarios entre murmullos. Gente moviéndose de un lado a otro, con prisa. Caras tristes y caras indiferentes, eso era lo peor, la mezcla entre la desesperación de familiares y el intento de poner cierta distancia emocional por parte del equipo forense. Ella misma intentaba aplicar esa distancia cuando trabajaba en un caso. Ser'a imposible hacerlo de otro modo. Lo malo era tener que esperar, convirtiéndose en testigo de todo el proceso para otros agentes. Sin embargo all' estaba, la agente más joven de la división, con solo treinta años. Desde luego Grace pod'a presumir en cuanto a su apariencia f'sica. Med'a casi un metro setenta y cinco. Ten'a complexión entre atlética y esbelta, con noventa tanto de pecho como de cadera, aunque le sobraba un poco de abdomen para completar el paquete con vientre plano. Pelirroja natural, de tono anaranjado oscuro, llevaba la melena larga, suelta. Pod'a considerarse lisa, pero ten'a bastante volumen. Ca'a tanto por la espalda, hasta debajo de los omoplatos, como por delante, hasta la altura de los pechos. La raya estaba a la derecha, y por ese lado pod'a verse la oreja, de pequeño tamaño, con un sencillo aro dorado. Por la izquierda un mechón del flequillo cubr'a media mejilla. Solo intentaba apartarlo cuando se mov'a en dirección al ojo, interrumpiendo la vista. El rostro la hac'a parecer aún más joven. Ten'a los ojos color miel, ligeramente hundidos, con los párpados más poblados por los lados exteriores. Utilizaba muy poca sombra por encima, casi inapreciable bajo cejas de ángulo suave. Sus labios, pintados de rosa claro, ten'an forma de corazón sin ser demasiado alargados. El inferior era más carnoso que el superior. Por lo demás, apenas usaba algo de colorete en las mejillas. La chaqueta, formal, de color gris muy oscura, iba abierta sobre una camisa gris más clara que dejaba ver hasta justo encima de donde empezaban los pechos. Dejaba ver as' algo de piel, ni pálida ni bronceada. Pantalones y zapatos, sin apenas tacón, iban a juego con la chaqueta. Como siempre, en aquella ocasión llevaba un colgante con un pequeño corazón. Nada vistoso. Esperaba porque requer'a ayuda extra. Su unidad deb'a encargarse de asesinos en serie. Este resultaba ser demasiado activo. Llevaba años haciendo lo mismo en distintas ciudades. Aparec'a, mataba a cinco mujeres, y después se iba sin dejar rastro. Ya hab'a matado a tres. Si nadie le deten'a, habr'a dos v'ctimas más. Era un cabrón realmente dif'cil de rastrear. Nunca se sab'a en qué ciudad iba a aparecer. Cuando lo hac'a, solo segu'a un patrón con las v'ctimas. Eran mujeres muy atractivas. En ocasiones adolescentes, otras veces rondando los cincuenta años. Morenas, rubias, o pelirrojas. Ricas o pobres. Blancas, negras, asiáticas. Simplemente daba igual. Tampoco dejaba muchas más pistas. Algún rastro de ADN, por lo que sab'an que era blanco. Ocasionalmente, como era el caso, utilizaba una pistola. Dicha arma la hab'a robado del padre de la primera v'ctima. Eso era todo. La investigación jamás avanzaba. Los compañeros de Grace estaban haciendo perfiles como locos. Registraban v'deos de seguridad, testimonios. O se mov'an o acabar'an con una v'ctima más la próxima noche. Grace hab'a decidido utilizar un recurso menos de manual. Ya hab'a recurrido a "ella" en el pasado, antes de entrar a formar parte de la unidad. Sus compañeros y sus jefes tan solo aceptaban esa clase de recursos a regañadientes, aunque una vez comprobada su eficacia, muchos incluso hab'an animado a Grace a hacer la llamada. La agente escuchó pasos a la izquierda, desde la entrada. Puntual, como siempre. -Buenas noches Joyce. La joven de treinta y pocos sonrió, nerviosa, y saludó con la mano mientras se acercaba. Joyce Callahan era medio hispana. La mezcla de rasgos hab'a resultado especialmente favorecedora en su caso, pues se trataba de una auténtica belleza de esas que la gente solo esperaba encontrar en revistas. Med'a metro setenta. Su tez era el primer distintivo de la herencia latina. Bronceada pero de tono suave. No le sobraba un solo kilo en el cuerpo. Ten'a la figura de una modelo, con hombros estrechos, cuello largo ni demasiado fino ni demasiado grueso, y bien proporcionada tanto de piernas como de brazos. Desde luego su cuerpo distaba mucho del de una persona deportista porque, aunque se cuidaba mucho, no era en absoluto musculosa. Ten'a la gran fortuna de poseer un cuerpo hermoso sin necesidad de matarse en el gimnasio. Tan solo corr'a de vez en cuando. Los pechos eran firmes, redondos, ligeramente más grande de una talla ochenta y cinco, pero como sus hombros no eran anchos y ella era esbelta, resaltaban poderosamente en su figura. Las caderas y glúteos eran otros de esos rasgos heredados de su parte hispana. Casi noventa de cadera, con el trasero firme, prieto, redondeado. Una auténtica delicia desde cualquier ángulo. Vest'a de forma que realzase su espléndida figura sin resultar vulgar. Llevaba camiseta blanca de tirantes, con escote en forma de U que acababa justo cuando iba a empezar el canalillo. Llevaba algunas flores bordadas, también en blanco descendiendo en la l'nea del esternón. Debajo, para evitar posibles transparencias comprometedoras, usaba un sencillo sujetador del mismo color que el resto del atuendo. En la parte inferior vest'a falda, casi hasta las rodillas, de color gris oscuro, con bastante vuelo. No llevaba medias ni pantis porque desde luego no hac'a fr'o, y no estaba sujeta a ningún código de vestimenta, a diferencia de su amiga Grace. Calzaba sandalias de tacón color azul muy oscuro, dejando ver la mayor parte del pie. Si Joyce ten'a cuerpo explosivo, la cara no lo desmerec'a en absoluto. El pelo llegaba justo al mismo punto que el escote, por delante y por detrás. Ca'a formando un triángulo invertido en la frente, que pasaba por el exterior de ambas cejas para abrirse dejando ver el resto del rostro. Era muy ondulado, casi rizado por abajo. Lo llevaba teñido de castaño claro. Daba la sensación de ser su color natural, pues no desentonaba lo más m'nimo. Ten'a las cejas casi rectas y muy finas, inclinadas un poco resultando en un aspecto sugerente y tierno al mismo tiempo. Ten'a los ojos almendrados, de color marrón oscuro, con las pestañas largas y bien marcadas. Los labios, gruesos y carnosos, estaban pintados de color rojo, pero no de forma llamativa, más bien elegante. Joyce se guardó la acreditación de asesora antes de acercarse hasta su amiga. Segu'a nerviosa. Por desgracia no era el primer caso de asesinato, aunque s' el primero con un asesino en serie. Desventajas de ver ascender a su amiga. Normalmente trabajaba en la florister'a heredada de su madre, pero desde luego no la llamaban por sus conocimientos botánicos. La llamaban por cierta habilidad, también heredada (aunque de su padre), que ella habr'a preferido no tener. -¿Dónde está...? , ya sabes, el cuerpo. Grace sonr'o para intentar tranquilizarla. Rodeó con el brazo derecho los hombros de su amiga, y la guió fraternalmente por el pasillo. Para Joyce, ese gesto fraternal, casi de hermana, resultaba tranquilizador. Grace lo sab'a y, cuando se trataba de casos desagradables, siempre intentaba calmarla un poco. Además, la agente era lesbiana, y caminar de ese modo era agradable. Por supuesto, sab'a que su amiga no ten'a sus mismas inclinaciones, as' que nunca intentar'a nada con ella, pero admirar semejante belleza era casi inevitable. Desgraciadamente era un asunto serio, muy desagradable. Habr'a preferido ahorrarle esto a su vieja amiga. -No sabes cuánto te agradezco que hayas venido. No te lo pedir'a, pero tenemos que cazarlo esta misma noche. Joyce asintió. Los federales siempre pagaban bien. Ese era el incentivo que cualquiera habr'a entendido. Ella, sobre todo, quer'a ayudar. -¿Has pedido que no haya nadie con nosotras? Grace asintió. -¿Y que apaguen las cámaras? Grace volvió a asentir, aunque añadió algunas palabras. -Me ha costado trabajo. La mitad del personal quiere sacarte fotos. Joyce sonrió p'caramente. Era consciente de su propia belleza. -Puedes decirles que, si atrapáis a ese cerdo, nos vamos a celebrarlo todos este viernes. Ambas estaban paradas frente al cuerpo de la última v'ctima. Grace se aseguró de cerrar bien la puerta y de despejar la zona de objetos peligrosos. Esta no era la primera sesión. Sab'a que las cosas pod'an llegar a descontrolarse. Mientras tanto Joyce respiraba hondo. Detestaba hacer esto. Hab'a le'do el expediente antes. No le esperaba un rato agradable. Todo lo contrario. Un infierno. -Ya sabes que no podré responderte a ninguna pregunta hasta que acabe. Grace lo sab'a. Esperó sin dejar de mirar a su amiga. Parec'a indecisa. Tal vez estaba pidiéndole demasiado. -Si necesitas más tiempo... Joyce respiró hondo mientras negaba con la cabeza. Sab'a que cuanto más se lo pensase, más probable era que cambiase de opinión. Se acercó al cadáver. Colocó ambas manos en el rostro, con las yemas de los dedos en la frente. Entonces empezó. Joyce ya no ve'a por sus propios ojos, ni escuchaba por sus propios o'dos. Se encontraba sumida en un profundo trance que anulaba todos sus sentidos. En lugar de eso, experimentaba las últimas horas de Erica, la última v'ctima, cómo si fuese ella. Sus pensamientos, sus sentidos, sus recuerdos recientes. Todo. Era como ver una pel'cula desde el punto de vista de otra persona. No hab'a ninguna comunicación entre ambas. Joyce pod'a rememorar a la perfección los hechos, pero no pod'a modificarlos. No pod'a hacer preguntas o hablar. Estaba mirándose en el espejo de los servicios del banco donde trabajaba. Era una mujer guapa, de la edad de Joyce. Ten'a el pelo de color castaño rojizo, oscuro. Se peinaba con el flequillo cubriendo la frente y la raya a la izquierda, con lo cual dejaba despejado un pequeño espacio por encima del ojo izquierdo. La melena empezaba cayendo lisa, justo por debajo de los hombros, pero los mechones de cabello que iban por delante acababan en sensuales rizos. La cara era más alargada que ancha, angulosa, con un pequeño hoyuelo en la barbilla. Los labios finos, pintados de rosa oscuro. Iba maquillada pero no de forma festiva si no profesional, con un poco de color en las mejillas y con sombra de ojos. Precisamente sus ojos eran una de sus grandes virtudes. Saltones, grandes, de color verde muy oscuro. Al mirar en el espejo, Joyce ve'a ciertas similitudes con Grace. Erica deb'a medir más o menos lo mismo, cent'metro arriba o abajo. La piel de Erica estaba más bronceada y sin duda estaba un poco menos en forma. Los pechos eran un poco más ca'dos y algunos pocos cent'metros más pequeños. Sin embargo el trasero era muy parecido, y Erica s' ten'a el vientre casi completamente plano. También vest'an de forma similar. Era comprensible, después de todo Erica trabajaba en un banco. Llevaba una chaqueta gris muy oscuro, aunque con finas rayas verticales, muy separadas entre s', de color gris más claro. La chaqueta ten'a escote en V que acababa en la zona inferior del esternón en una especie de lazo pequeño. Por debajo volv'a a abrirse en un triángulo poco pronunciado. Bajo la chaqueta llevaba una camiseta azul claro que aportaba cierta vitalidad al conjunto. Llevaba una falda de tubo, formal, del mismo color que la chaqueta, hasta la altura de la rodilla, un poco más abajo. No le permit'a mucha movilidad en las piernas, pero era idónea para el trabajo y tampoco ten'a intención de correr. Los pantis oscuros y los zapatos negros, de tacón, encajaban perfectamente. Tan solo se estaba arreglando un poco el peinado antes de salir. Hab'a sido un buen d'a de trabajo. Quizás hab'a concedido unos pocos créditos más de los que sus jefes quisieran, pero eso la hac'a sentirse bien consigo misma. Ahora, algo cansada, solo ten'a ganas de volver a casa. Su coche no hab'a arrancado por la mañana. Volver'a en taxi. No le gustaban el metro o el autobús. Ese fue uno de los momentos en los que Joyce quisiera haber podido hablar. Le habr'a dicho que pidiese transporte a algún compañero, o que usase el metro. Nada. Cuanto percib'a era simplemente el pasado. Encontró un taxi sorprendentemente rápido. No pod'a imaginar que era un taxi robado, que hab'a estado esperando cerca hasta verla salir. Mucho menos pod'a imaginar que el ladrón, su futuro asesino, era quien hab'a saboteado el coche para obligarla a pedir un taxi. Joyce no era polic'a, pero todo aquello le parec'a demasiado al azar. Erica podr'a haber tomado otras decisiones que la habr'an mantenido con vida. No sab'a que el asesino llevaba semanas estudiando a la futura v'ctima. Erica tardó un buen rato en notar que algo iba mal. Hab'a estado hablando por teléfono durante los primeros minutos del viaje. Cuando colgó, se hab'an saltado la salida hacia su barrio. -Eh... creo que se ha equivocado - dijo mientras guardaba el móvil en el bolso. - Era esa salida. No hab'a ninguna rabia ni enfado en la joven. Un simple error. No le dio más vueltas. El taxista, que empezaba a resultarle familiar, tomó la siguiente salida. Cuando lo hizo no dio la vuelta si no que tomó un desv'o hacia las afueras. -No. Tiene usted que dar la vuelta por esa otra calle y... El taxista paró a un lado. Erica no lo entend'a. Cuando el hombre se giró en el asiento, apuntándola con una pistola a la cara, se quedó helada. Joyce pudo sentir el pánico de la joven. Sin pensar mucho, Erica intentó abrir la puerta, pero no funcionó. Escuchó un sonido con el que no estaba familiarizada. Joyce si supo que se trataba del arma amartillándose, pero solo porque alguna vez lo hab'a escuchado en pel'culas. En cualquier caso, Erica volvió a mirar el arma. Ya no iba a intentar nada. Escuchó la voz, grave y cruel, del falso taxista. -El bolso. - Señaló con el arma. - Dámelo. Erica comprendió que se quedaba sin nada. Ni espray de pimienta, ni móvil. Aún as', el arma estaba al mando. Lo tiro hacia delante, al asiento del pasajero. -No hables. Asiente si me entiendes. Ahora vamos a dar una vuelta. Si te portas bien, no te haré daño. Si gritas, si llamas la atención, o si intentas cualquier cosa, te pego dos tiros. ¿Comprendido? Erica asintió. La iba a violar. Lo sab'a. No pod'a aceptarlo, de ningún modo. Aún as' asintió. Ten'a miedo. Acabó reconociendo al hombre. -Tú... te conozco. -¡He dicho que no hables! Erica asintió de nuevo. Hab'a visto a ese hombre. Un tal señor Thompson. Le hab'a concedido un crédito ese mismo Lunes. Desde fuera, Grace ve'a a Joyce sentada en una silla contigua. Parec'a aterrorizada y comenzaba a llorar. Sab'a que ocurrir'a algo as'. Joyce sufr'a reaccionas similares a las de las v'ctimas cuando utilizaba su "don". Le acarició la mejilla confiando en ayudarla a sentirse mejor. Ojala pensase que iba a funcionar. Llegaron a una zona industrial. Por la noche estaba desierta. Thompson paró el coche en el callejón entre dos recintos. No hab'a cámaras de seguridad. Bajó. Mientras abr'a la puerta, Erica intentó salir por el otro lado. La puerta también estaba cerrada. Escuchó la suya abrirse. -No. No. No. No. No. No. No. Siguió repitiendo mientras el hombre le agarró por la muñeca y la hizo salir del coche. -¡De rodillas! Erica obedeció rápido. El suelo estaba lleno de piedrecitas, y se clavó algunas, pero no se quejó. El hombre ya hab'a abierto la bragueta del pantalón y mostraba su erección. -Ya sabes lo que debes hacer. Ella negó con la cabeza. Primero recibió un par de bofetones. Después sintió el cañón del arma en la sien. -Y hazlo bien. Como a ese novio tuyo. Erica se preguntó, fugazmente, cómo sab'a que ten'a novio. Joyce s' que ató cabos. En cualquier caso, daba igual. Agarró suavemente con la mano el tronco del falo. Empezó a masturbarlo despacio mientras acercaba la boca. Primero lamió un poco el glande. Luego fue introduciéndose el miembro poco a poco en la boca. Sintió asco, arcadas, a cada instante. Grace contemplaba a Joyce de rodillas. Ten'a la boca abierta en forma de O. Al igual que Erica, no dejaba de llorar. Mov'a la mano derecha como si masturbase un pene invisible. Con la izquierda acariciaba esos hipotéticos test'culos. Mov'a la cabeza de adelante atrás, girando un poco de lado a lado. Era como verla haciéndole una mamada a un fantasma. La pelirroja no pudo evitar encontrarlo un tanto erótico. Incluso se sonrojó ligeramente. Ver a su amiga as', acelerando cada vez más el ritmo, le hac'a imaginarse que era ella quien estaba delante, con la suave lengua de su amiga lamiendo tiernamente sus labios vaginales y el cl'toris. Se sintió culpable de inmediato, apartando los pensamientos de su mente. De pronto, Joyce echó la cabeza hacia atrás, como si la hubiesen empujado. Tosió un par de veces. Incluso hizo el amago de vomitar. Erica quiso vomitar, pero no se atrevió. Aquel hombre no se hab'a corrido. Tan solo quer'a ponerse a tono para el evento principal de la noche. La obligó a levantarse tirando del pelo. La llevó contra el capó del coche y la hizo doblarse sobre encima, dejando el trasero al aire. Trato de ignorar que el motor aún estaba caliente. Notó al hombre levantándole la falda. Intentó evitarlo con una mano. La pistola en la nuca la hico relajarse. No se resistió mientras le separaba las piernas, ni mientras le rajaba los pantis o le apartaba las bragas. Cerró los ojos, apretó los dientes. Se mantuvo as' mientras la penetró. Gritó y gruñó dolorida. Dio varios golpes al capó del coche. No pod'a creer que la estuviesen tomando como a un animal. Grace ahora ve'a a Joyce reclinada contra la camilla de al lado. Mov'a las caderas de adelante atrás como si la estuviesen penetrando. De nuevo se imagino estar tras ella, apretar sus nalgas firmes mientras acariciaba los pechos con la otra mano. Besarle el cuello, soplarle al o'do, y oler su perfume en el cabello. Llegar al éxtasis ambas juntas. Cuando vio la mueca de horror que mostraba su amiga, recordó que no le estaban haciendo el amor. Estaba viviendo los recuerdos de una mujer violada. Volvió a sentirse culpable. Agarró las manos de su amiga, apretando con fuerza. -Vamos, ya queda poco cielo. Erica y Joyce, como si fuesen una sola, notaron la eyaculación de su violador. Thompson dio un par de pasos torpes hacia atrás. Casi cayó de culo al suelo, pero mantuvo el equilibrio. Erica, sin reincorporarse, bajó la falda tanto como pudo. Esperaba que todo hubiese acabado. Pasaron minutos as'. Luego escuchó aquella asquerosa voz a su espalda. -En pie. Con los pantis rasgados, pero el resto de la ropa relativamente intacto, la hizo caminar hacia la pared hasta apoyarse de espaldas. Thompson volvió a tomar un metro de distancia. -Ahora te voy a dejar ir. Has sido una buena chica. ¿Le vas a contar esto a alguien? Erica negó con la cabeza. Segu'a llorando, pero todo hab'a acabado. -¿No voy a tener que preocuparme de si hablas? -No. Por favor. Solo quiero ir a casa. No diré nada. Te lo prometo. No diré nada. Solo... déjame ir. Thompson asintió. Luego alzó el arma y disparó dos veces en el vientre. Erica no entend'a lo ocurrido. Solo notó algo empujándola dos veces contra la pared. Después llegó un dolor atroz. Se tocó el abdomen. Al mirar las manos las vio llenas de sangre. Miró incrédula a su agresor. Las fuerzas le fallaron. Se deslizó por la pared hasta sentarse en el suelo. Intentaba hacer presión sobre las heridas. Gritó pidiendo auxilio. Vio a Thompson alzar la pistola de nuevo. -¿Por... qué? Preguntó entre lágrimas e intensos dolores. -No lo sé. - Respondió él. - Pero necesito matarte. La mirada y la voz carec'an de compasión o la más m'nima empat'a. -Por... favor. No me mates. No me mates. - Vio el dedo llegar al gatillo de nuevo. - ¡No! Dos tiros más, uno en cada seno, pero evitando el corazón. Erica vibró con cada disparo, tosiendo sangre inmediatamente después. Thompson levantó el arma un poco más, apuntando justo entre los ojos. -¡No! Joyce despertó del trance. Estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared. Lloraba y sudaba. Se sent'a humillada, dolorida. Aterrada. Grace la abrazó. Joyce intentó soltarse al principio, sin saber quien estaba tocándola. Aún ten'a entremezclados los recuerdos de Erica. Cuando desaparecieron, se dio cuenta de estar llorando. -¿Grace? -Estoy aqu'. Vamos, estoy aqu'. Se abrazaron un rato más antes de que Joyce pudiese volver a levantarse. Un nombre falso, Thompson, y datos bancarios falsos para el crédito, fueron suficientes para Grace. Revisaron las grabaciones de aquel d'a. Buscaron el taxi, milagrosamente devuelto al garaje de donde salió. Encontraron huellas dactilares. Todo era demasiado poco, pero trabajaron contrarreloj. Al final lo encontraron justo unos minutos antes de consumar su siguiente violación. Hab'an detenido a otro bastardo.