Author: Tod Natürlich Title: Primos Part: 4 Summary: Consideras las visitas semanales a casa de tus abuelos aburridas. Hasta que tus primas te muestran que hay cosas en qué ocuparse. Keywords: Mf gi fant 1st cons inc cous Language: Spanish ===== Primos ===== *** Aura y Ana *** Pasadas algunas semanas la emoción de lo que hacías fue menor y tu sentido común comenzó a gritarte. Era muy excitante y todo, pero era un riesgo muy alto si alguien los descubría. Además de que tu primita había sido muy firme al poner los límites y era excepcionalmente estricta al respetarlos, muy estricta para una niña de diez años recién cumplidos. Te permitía sobarla sobre el pantalón, o que metieras tu mano bajo su falda o en la bragueta del pantalón. Pero no te permitía que vieras sus calzones ni mucho menos su vulva. No te detenía cuando la abrazabas o acariciabas sus piernas, o su cuerpo, y después de un rato de frotarla te permitía que también le acariciaras el trasero, pero eso era todo. Muchas veces habías intentado romper las reglas, levantando su falda para verle los calzones, pero ella se bajaba la falda con las manos y te veía molesta, regañándote con la mirada. Con todos los hechos dando vuelta en tu cabeza habías decidido aquel domingo que nada ocurriría, incluso tenías pensadas algunas frases para disuadir a tu primita, pero lo mejor seria que no te separaras de tus otros primos. Y tal pareció que la situación te ayudaba en tu propósito. Tu tío Luis había asistido, junto con su esposa y habían traído a Álvaro y Aura. No te fue difícil unirte a la conversación y Ana no te dijo nada al tener finalmente a su prima para jugar. Resultaba que Luis quería mudarse a la ciudad y ya tenía algunas casas en mente, y deseaba que el resto de la familia las viera para ayudarlo a decidir. Asombrosamente todos aceptaron con gusto, diciendo que hacía mucho que no salían de aquella casa, y que podrían aprovechar para comer fuera. El único problema eran los niños. Ricardo no podía cuidarlos porque su novia iba a venir y luego iban a ir al cine, y estaban seguros que no les agradaría ir a visitar casas. Antes que tuvieras tiempo de pensar tu abuela ya te los estaba encargando, y pronto todos salieron hechos tropel diciendo que regresarían hasta después. Así que te quedaste solo a cargo de tus cuatro primitos, quienes habían seguido sus juegos sin importarles que sus papás se fueran. "Esto es una prueba a mi voluntad", pensaste al imaginarte lo que podrías hacer con Ana. Pero lograste desechar la idea fácilmente al recordar que jugaba con Aura. Decidiste unirte en cualquier juego que tuvieran tus primos. Ya caminabas hacia el patio cuando Cesar y Álvaro pasaron corriendo junto a ti mientras decían que iban a las maquinitas de la esquina. Salieron como una exhalación y no pudiste decir nada. Pensaste en seguirlos, pero las niñas eran tu responsabilidad y no podías dejarlas. Sin tener opción, y con tu fuerza de voluntad desmoronándose a cada paso, fuiste al cuarto de tus abuelos, donde jugaban tus primitas. Y ahí estaban ellas, jugando sobre la cama con varias muñecas. No eran las caras muñecas de tu bisabuela, sino unas barbies que Aura había traído, eran tres barbies, un ken y un montón de ropa. Llegaste justo cuando estaban cambiando a las muñecas, y sobre la cama estaban dos barbies completamente desnudas, sentadas. Ana y Aura rieron al verte e incluso Ana quiso ocultarlas juguetonamente de ti. ---Los hombres no pueden verlas desnudas ---dijo en broma. ---Pero no les ponen la pipí ---dijo Aura distraída mientras desvestía al ken---, eso es lo que no puede ver. Ana pareció afectada por el comentario de Aura, y viste que se movía y se llevaba una mano a la entrepierna. Era un gesto que comenzaba a hacer al verte antes de proponerte que "jugaran" juntos. Pero ésta vez Aura lo vio. ---¿A ti también te gusta tocarte ahí? ---preguntó dejando de lado al ken---, a mi me gusta, pero mi mamá me vio una vez y me dijo que era sucio y que no lo hiciera. Ana se sonrojó y no dijo nada, pero el comentario de Aura había derribado cualquier barrera que tuvieras. ---¿Entonces ya no te tocas? ---le preguntaste sin pensar. Tanto Aura como Ana te miraron y las dos se pusieron algo rojas, pero Aura recogió al ken y comenzó a vestirlo mientras te contestaba. ---Pues sí, a veces. Pero no le digas a mi mamá. Te sentaste en la cama tras ella y la miraste. Pese a ser sólo seis meses menor que Ana se veía bastante más pequeña. Al igual que su hermano no era muy robusta, todo lo contrario de Ana y su hermano. ---No le diré ---le aseguraste mientras comenzabas a darle un masaje en la espalda. Aura no contestó y siguió jugando con el ken. Pero tú tenías otras ideas, y decidiste jugarte las cosas. Mientras tu primita jugaba comenzaste a bajar tu masaje por su espalda, hacia su cadera y luego diste un brinco a sus piernas, para seguir hacia arriba. Aura había dejado el juego, y era claro que el masaje le gustaba. Ana te miraba medio roja y seguía con una mano en la entrepierna, sobre su pantalón de mezclilla. Subiste por las piernas del pants de Aura hasta que tus manos llegaron de vuelta a su cadera, y entonces las moviste sobre su pancita, hacia su entrepierna. Sentiste que Aura, que ahora se recostaba contra ti, daba un respingo, pero no te detuvo. Con bastante aprensión moviste tu mano hasta que ésta quedo sobre el pubis de tu primita, y con delicadeza deslizaste un dedo en la V que formaban sus piernas, luego aplicaste más presión y comenzaste a mover tu mano arriba y abajo. De pronto la manita de Aura se desplazó hasta posarse sobre la tuya, pero no para detenerte, sino para guiarte un poco más abajo y con más fuerza. ---Si quieres puedo hacerlo debajo del pants ---le dijiste. Una mirada a Ana te demostró que ella ya se había abierto la bragueta y se frotaba a sí misma sobre las braguitas. Aura no dijo nada ni abrió los ojos, pero asintió con la cabeza, muy relajada por el masaje previo y disfrutando las sensaciones que ahora le provocabas. Con una mano levantaste su blusa hasta dejar a la vista su ombligo, luego retiraste la mano de su entrepierna y la subiste hasta tocar su piel directamente. Aura dio otro respingo y su respiración se aceleró un poco más. Acariciando su pancita fuiste introduciendo tu mano bajo el pants mientras tu primita daba saltitos. Sentías su piel tersa y cálida, y de pronto fuiste consiente de tu erección. Afortunadamente te habías sentado en la cama con una pierna sobre ésta, en la que se recostaba tu primita. De lo contrario tu verga habría rozado la espalda de la niña. Finalmente llegaste al linde de sus braguitas. No eran de encaje como las que usara Ana, pero supiste que debías elegir, ir sobre ellas o seguir hasta su rajita desnuda. La última opción te llamaba más, pero no estabas seguro cómo reaccionaría tu primita. La miraste mientras seguías acariciando su pancita y viste que Aura tenía ambas manos en su entrepierna y las apretaba y soltaba con fuerza, eso te decidió. Doblaste los dedos y sentiste que el elástico de las braguitas los rodeaba, entonces empujaste y pudiste sentir que tu mano se deslizaba debajo de su calzoncito. Aura templó un poco, pero no te detuvo. Estaba bastante sonrojada y respiraba con inhalaciones rápidas y pequeñas. Sentías que tu mano se movía entre la suave y cálida piel de tu primita y la suavidad de sus calzoncitos de algodón. También sentías no muy abajo la presión que las manitas de tu primita ejercían sobre su rajita. No estabas seguro si era tu sudor o el de tu primita, pero sabías que tus dedos estaban empapados. Empujaste un poco más y con un gemido tu primita te anunció que habías llegado a los lindes de su vulvita. Abriste dos dedos y la recorriste por fuera, mientras tu primita se estremecía en tu regazo y sus manos se retiraban para dejar maniobrar las tuyas. Con tu mano libre comenzaste a acariciar su rostro, brazos y cualquier otra parte que estuviera a tu alcance. Veías cómo intentaba subir las caderas, para hacer que tus dedos tuvieran contacto directo con su vaginita, en vez de evitarla. Finalmente cerraste la mano sobre su rajita y recorriste sus labios de abajo hacia arriba con dos dedos. Estaban calientes y suaves, muy húmedos, casi los sentiste vibrar bajo tu toque, y tu primita emitió un gemido mientras la tocabas. Sus ojos se abrieron y te dedicó una mirado mezcla de incertidumbre y placer. Entonces llegaste a su clítoris, y con tu dedo medio lo frotaste suavemente. Aura dio un gran respingo al tiempo que emitía un fuerte gemido y cerraba de vuelta los ojos. Recorriste de vuelta con tu dedo medio el medio de su rajita hasta abajo y subiste una vez más. Era diminuta, tan cálida y tan húmeda. Deseabas sacar tu mano y olerla, deseabas aún más ver aquello que estabas tocando, pero de momento te conformaste. Tu primita gemía cada vez que expiraba y su cuerpo se movía en tu regazo al ritmo de tu mano. De pronto sus manitas se prensaron sobre tu brazo y abrió los ojos. ---Siento... siento algo raro en pancita ---te dijo en un hilo de voz, interrumpido por las rápidas respiraciones y los gemidos involuntarios. Viste que había miedo en sus ojos, o tal vez sólo aprensión---, creo que... que tengo que ir... ir al baño ---logró decirte entre gemidos. Pero no hizo intento por levantarse, ni por detener tu mano, en realidad movía su cuerpecito más rápido cada vez. ---No te preocupes, sólo concéntrate en lo que sientes en tu pancita ---le contestaste al comprender que estaba cerca de su orgasmo. Te agachaste sobre ella y la besaste suavemente en la frente, mientras con tu mano libre acariciabas su rostro. Entonces reemprendiste las caricias a su rajita, aplicando más presión con tu dedo medio cada vez, incluso sentiste por un momento como que la punta de tu dedo se posaba a la entrada de su vagina, y comenzaste a moverlo más rápido. La reacción de tu prima no se hizo esperar, dio otro gran gemido y sus manos fueron hacia su entrepierna, donde apretó tu mano desde afuera para que presionaras con más fuerza. Lo hiciste y sentiste que tu dedo medio se hundía casi hasta la primer falange dentro del cuerpecito de tu primita, entonces utilizaste tu pulgar para masajear suavemente su diminuto clítoris, y tu prima dio una serie de grititos de placer a la vez que todos los músculos de su cuerpo se tensaban y soltaban al rito de su acelerada respiración. Después de los grititos siguió respirado rápido, pero su cuerpo pareció derretirse entre tus piernas. Sus manos colgaron a los lados y poco a poco la respiración se hizo lenta de nuevo. Podías sentir tu mano empapada dentro de su calzoncito, y pese a que toda tu primita estaba cubierta de sudor sabías que aquello en tu mano no lo era. Moviste un par de veces tu mano sobre su rajita, pero no hubo respuesta, así que lentamente la sacaste. Sólo entonces recordaste a Ana, que estaba sentada viendo todo con los ojos muy abiertos, con una expresión de ansiedad, miedo, curiosidad y preocupación. Su propia mano estaba en la abertura de sus pantalones, y aunque nada más en su cuerpo se movía su mano parecía tener voluntad propia. Pareció estar a punto de decir algo cuando Aura finalmente abrió los ojos y se removió en tu regazo. ---Es lo mejor que he sentido nunca ---dijo mientras intentaba darse la vuelta---, eres mi primo favorito ---agregó mientras se incorporaba con premura en la cama y te daba un beso en el cachete. Estaba toda cubierta de sudor, y la blusa se le pegaba al cuerpo, pero sonreía como nunca. Entonces vio a Ana, quien todavía parecía desconfiar de lo que había pasado---. Es lo mejor, empieza como cosquillitas en tu pancita, luego parece que voy a hacerme pipí, y luego se siente increíble ---le explicó a su primita emocionada. Ana retiró la mano de su pantalón y te miró, luego a Aura y a la entrepierna de Aura. Viste entonces que tenía una mancha obscura en el pantalón. Probablemente sus jugos habían traspasado el calzón y habían manchado al pantalón. Aura lo vio, se llevó una mano para tocarlo y luego lo olió, haciendo un gesto, pero pareció no importarle. Te habías limpiado la mano inconscientemente en tu pantalón, pero aún estaba el olor de tu primita, y discretamente lo percibiste, algo dulce y muy penetrante. Estabas pensando alguna forma de explicarle que no podía comentarlo cuando Ana habló. ---¿En serio se siente bien? ---Se siente lo mejor ---contestó con seguridad Aura---, mil veces mejor que cuando sólo te tocas ---aseguró. ---Pero recuerda que tu mamá dijo que no te tocaras ---comenzaste. El rostro de Aura perdió la sonrisa y te miró con consternación. ---¿No le vas a decir que me tocaste, verdad? Me regañaría y castigaría ---te suplicó. ---No se lo diré si tú no se lo dices ---le aseguraste sonriendo. ---Este ---habló entonces Ana---, ¿me lo harías sentir a mi también? ---preguntó mientras se ponía aún más colorada. ---Si ---le contestaste sonriendo---, pero para eso si necesito tocarte... directamente ---le dijiste. Ana te miró con desconfianza, como sopesando si sus reglas se sobreponían a lo que había descrito Aura. Finalmente pareció decidirse y comenzó a desabotonarse los pantalones. Te levantaste para ir a su lado, pero un grito te detuvo. ---¿Qué es eso? ---gritó Aura al ver el bulto en tus pantalones cuando te incorporaste. Fue tu turno para sonrojarte, mientras pensabas cómo contestar. ---Es lo que... yo tengo... por donde hago pipí ---contestaste al fin. Ahora tanto Ana como Aura miraban el bulto. ---He visto el de mi hermano, y no es tan grande y duro ---aclaró Ana. Aura se había atrevido incluso a tocarlo sobre tu pantalón. Y ahora eras tú quien se bajaba el pantalón para mostrárselos. Ninguna dijo nada, pero los deditos de Aura pronto comenzaron a tocarlo, haciendo gestos al ver las gotitas de líquido que salían de la punta, pero la curiosidad pudo más. Ana lo miraba fascinada, acariciándose con la mano por el ahora abierto pantalón. Sabías que las manipulaciones de Aura pronto te harían eyacular, y no querías crear un desastre en el cuarto de tus abuelos, por lo que, con gran pesar, retiraste su manita y te subiste los pantalones. ---Creo que Ana quería sentir lo mismo que tú ---le recordaste a Aura. Ana se negó a quitarse los pantalones, pero no detuvo tu mano cuando la metiste bajo sus braguitas. Se veía que estaba aterrada, y cerró con fuerza las piernas en cuanto tu mano tocó su piel. No querías que fuera algo así, así que le dijiste que se calmara y comenzaste a acariciarla igual que habías hecho con Aura, masajeando su espalda y tratando de calmarla. Te llevó bastante tiempo, tiempo en el cuál perdiste tu erección, pero finalmente Ana parecía calmada y no se sobresaltó cuando colocaste tu mano en su entrepierna por sobre el pantalón, ni cuando comenzaste a bajar por su pancita. Pero cualquier otra cosa quedó cancelada cuando escucharon abrirse la puerta de entrada. Los tres saltaron. Ana estaba más sorprendida que nadie, casi se podía decir que frustrada, y tardó mucho en abotonarse los pantalones. Aura se sentó en la cama ocultando la mancha en el pantalón y tratando de despegarse la blusa del cuerpecito, y tú te acomodaste la ropa lo mejor posible. Afortunadamente sólo eran Cesar y Álvaro que volvían de las maquinitas, y no prestaron atención al preocupado grupo que formaban tú y tus primitas. \centerline{$ * \quad * \quad * $} Regresaste a tu casa ese domingo completamente trastornado. No sólo habías tocado una vulva por primera vez, sino que habías hecho que tu primita de nueve años y medio tuviera un orgasmo, y ahora Ana estaba bastante dispuesta a que la tocaras. Cualquier idea de resistirse al proceso se desvaneció de tu mente, aunque la culpabilidad iba en aumento. Aura no se quedó, al parecer tu tío no encontró una casa que le gustara y pudiera pagar, así que Aura se marchó antes del próximo domingo, y de nuevo las reuniones fueron rutina, con aquellos que se reunían. Pero cosas importantes habían cambiado en tu relación con Ana. Una vez que las barreras cayeron, las libertades que te permitió Ana aumentaron mucho, era claro que lo que deseaba era sentir aquello que había sentido Aura, y te dejó explorarla en orden de conseguirlo. Siempre recordarías la primera vez que te permitió ver su pequeña rajita. Estaban en el cuarto de las muñecas, y ella se acostó en la cama, con las piernas abiertas, llevaba una falda larga de cuadros rojos y amarillos. La miraste con delicadeza tras cerrar la puerta con seguro y te acercaste a ella. No podías creer que te dejaría verla y tocarla. Comenzaste acariciando sus brazos, piernas y cuerpecito, como habías hecho ya en las semanas anteriores, y finalmente te atreviste a meter una mano por debajo de la falda mientras seguías acariciando sus piernas. Entonces levantaste la falda y la colocaste con delicadeza sobre el pecho de tu primita, dejando ante tus ojos sus pequeñas braguitas. Eran rosadas y con algunos dibujos de ositos, las acariciaste por los bordes, tocando al mismo tiempo el calzoncito y la suave piel de tu primita. Ana se estremeció y su respiración se agitó, abrió las piernas un poco más y luego te dejó proseguir. Con delicadeza, tanta como te lo permitía el deseo que sentías, colocaste tus manos en el elástico de sus braguitas y comenzaste a jalarlas hacia abajo. Casi al instante las manos de Ana te detuvieron. ---No, no puedes quitármelas ---dijo alterada mientras las sostenía con sus manitas. ---Está bien ---dijiste con delicadeza, aunque estabas muy decepcionado. Seguiste acariciándola por el perímetro de sus calzoncitos, y podías notar que una pequeña mancha húmeda se formaba en el centro de éstos, no podías creer lo cerca que estabas y no poder verla. Habías mantenido tus manos alejadas de su centro para que ella misma te pidiera que la tocaras, pero aunque se movía y jadeaba con tus manipulaciones no dijo nada. No aguantaste más, tomaste entre tus dedos la sección de sus braguitas que ocultaba su pequeña vulvita, y lo hiciste a un lado, dejando al descubierto el premio que tanto anhelabas. Te sorprendió lo que te recibió. No era más que una línea rosada en el centro de la entrepierna, sin ningún distintivo particular, pero el olor que exhalaba y la humedad que lo rodeaban no dejaban dudas de la excitación de tu primita. Mientras con una mano sostenías el calzón a un lado, con la otra tocaste suavemente su rajita, estaba caliente y pegajosa, tal como la de Aura, y te maravilló la forma en que los labios superiores se abrían ante tu toque, al tiempo que tu primita exhalaba un gemido de placer. Tocaste con dos dedos la longitud de la línea y ésta se fue abriendo para revelar el rosado interior, de un color como una fruta deliciosa, sólo esperando para ser comida. Deseaste en ese momento lamerla, pero temía su reacción, por lo que simplemente seguiste tocándola. Entonces reparaste en su clítoris, justo sobre la entrada a su vaginita, una protuberancia de piel que se había abierto paso hacia fuera mientras tus dedos recorrían los labios de su vulva. Lo tocaste con el pulgar y tu prima se estremeció de placer. Su respiración ya era muy rápida y su cuerpo comenzaba a moverse mientras sus manitas te acariciaban los brazos. Con tu dedo medio recorriste el interior de su vulva, ahora completamente expuesta, presionando con algo más de fuerza, y pronto encontraste aquel lugar donde casi una falange de tu dedo podía hundirse en el cuerpecito de tu primita. Ahí estaba la entrada a su vaginita, y por un momento pensaste ver que tanto de tu dedo podían insertarle, incluso pasó por tu mente la imagen de tu verga entrando ahí, pero sabías que era demasiado pequeña. Diste otro toque a su clítoris, dispuesto finalmente a llevarla a su primer orgasmo. Pero justo entonces alguien tocó la puerta y la manija se movió. Rápidamente te apartaste de Ana, al tiempo que ésta se incorporaba y se acomodaba la falda. Aquello había sido lo más cercano que habían estado, ya que pocas veces Ana llevaba falda y con todas los primos por la casa era muy difícil encontrar un lugar solo durante mucho tiempo. Sin embargo Ana te permitía ahora meterle la mano en los pantalones y tocarle su rajita cada vez que podían. Estabas feliz con aquella situación, si bien que cada Lunes prometías a todas las deidades que ya no lo harías más, pues sabías que de alguna forma estabas dañando a tu primita, y probablemente a ti también. Pero cuando llegaba el domingo no podías evitar seguir adelante con todas tus fuerzas.