Author: Tod Natürlich
Title: Primos
Part: 3
Summary: Consideras las visitas semanales a casa de tus abuelos aburridas. 
Hasta que tus primas te muestran que hay cosas en qué ocuparse.
Keywords: Mf gi fant 1st cons inc cous
Language: Spanish


===== Primos =====

*** La verdad revelada ***


Bien, lo habías aceptado, no podías dejar de intentar hacer algo con tu 
primita, sin importar cuánto te esforzaras, sabías que la hormona vencería a la 
neurona, pero eso no dejaba de preocuparte. Primero que nada no estabas seguro 
de qué se trataría ese "algo" que querías hacer con ella. ¿Era sólo verla, 
tocarla, o algo más? Y también te preocupaba mucho lo que ocurriría si algún 
adulto se enteraba de lo que hacías. Lo peor era que el segundo pensamiento 
siempre se veía sojuzgado por el primero, y cualquier fantasías entre tú y tu 
primita era superior a cualquier preocupación de las consecuencias.

Fue por eso que el siguiente fin de semana asististe a casa de tus abuelos 
callado, casi resignado a aceptar lo que ocurriera y seguirle la corriente. No 
negabas que deseabas que algo ocurriera y que aprovecharías cualquier 
oportunidad, pero al menos habías decidido no presionar las cosas, no hacer 
nada para que ocurrieran, sólo tomar partido cuando las circunstancias así lo 
expresaran. Tal como habías hecho el anterior domingo.

Tu primer desencanto en cuanto entraste a la casa fue ver que Ana vestía 
pantalón de mezclilla. El segundo desencanto, mucho más preocupante, fue que 
cuando te vio en lugar de correr a abrazarte, bajó la vista y caminó hacia el 
fondo de la casa, casi como si te escapara. Y todavía tuviste un tercer 
desencanto, aunque comparado con los otros dos no era ya muy importante. La 
casa estaba poblada de gente, había cuatro personas más de lo habitual. Uno de 
tus tíos había venido de visita y había traído a toda la familia, entre ellos a 
Álvaro y a Aura, los otros dos primos que no veías desde que se mudaran hacía 
unos cuantos meses. Aura era unos seis meses menor que Ana, aunque físicamente 
eran idénticas, y Álvaro, aunque mayor que Cesar, no aparentaba tener ni doce 
años. Ambos te caían muy bien, sobre todo Álvaro, ya que también le gustaban 
las computadoras y no demasiado el deporte.

Con tanta gente diste por olvidada cualquier acción que pudieras tomar con tu 
primita, y afortunadamente ya a media plática ella regresó y te saludó tan 
amablemente como lo hiciera todos los días. Al menos ya no tenías ese peso 
sobre tus hombros.

Resultó que tu tío estaba tratando de mudarse de nuevo a la ciudad, y por eso 
habían venido, así que no se quedaron mucho tiempo, sólo habían pasado a 
saludar y tuvieron que irse tras prometer que pronto vendrías ya todos los 
domingos. También Luis se fue, al parecer tenía una cita con su novia, y Cesar 
tenía un examen el lunes, así que estaba sentado estudiando. Y de pronto 
sentiste que las cosas se habían acomodado mágicamente para que algo más 
ocurriera. En realidad la forma en que todo se había puesto parecía sacada de 
una mala novela erótica.

Encontraste a Ana en el cuarto de tus abuelos viendo tele. Al verte entrar 
pareció sorprendida, hasta te pareció que se ruborizó un poco, finalmente te 
sentaste en la cama y decidiste disipar tus duda.

---Ana, ¿pasa algo, soy yo o de repente me huyes cuando me ves? ---le dijiste 
en el tono más calmado posible, uno que te pareció demasiado serio, hubieras 
preferido decírselo en broma, pero ahora lo que importaba era su respuesta.

---Nada ---contestó de prisa, y esquivó tu mirada.

Antes que pudiera reaccionar estabas tras ella y comenzaste a hacerle 
cosquillas en las axilas. Ana cayó en la cama y seguiste cosquillándola por 
todos lados. Ahora que sabías que su pancita era un buen lugar aprovechaste 
para matarla de risa cosquillándola sobre límite del pantalón. También 
aprovechaste para pasar tu mano un par de veces por su traserito, e incluso por 
sus muslos, pero nada más. Finalmente viste que Ana ya no podía más y la 
dejaste en paz.

---Bueno ---contestó al fin---, te acuerdas el pasado domingo. Pues yo estaba 
dormida y medio me desperté cuando guardaste las muñecas ---no te agradaba el 
tono que esto tomaba, respiraste profundo y seguiste escuchando---, pues quise 
darte un susto y me fingí dormida, y luego comenzaste a acariciarme y me gustó 
y casi me dormí de nuevo. Y luego creo que desperté y sentí una comezón muy 
rara en mi pancita, y entonces me di cuenta que se me veían los calzones, y me 
volteé para que no me vieras--- te dijo al fin, completamente ruborizada.

Respirabas de nuevo, sin darte cuenta habías aguantado la respiración mientras 
Ana contaba la historia, y ahora te sentías muy calmado, y también algo 
excitado, tal vez muy excitado, pues te encontraste diciendo:

---¿Y qué fue esa comezón en tu pancita?

Ana se ruborizó todavía más.

---Pues que me tratabas de hacer cosquillas ---dijo evadiendo tu mirada.

---¿Te gustó? ---le dijiste sonriendo.

Ana te volteó a ver, y accedió con la cabeza.

---Pero no es bueno que veas debajo de mi falda. Mi mamá dijo que no debo dejar 
que nadie mire ---te dijo en tono recriminatorio. Tú accediste con la cabeza, 
sabía que debías prometerle no volver a hacerlo, pero no podías, sabías que 
sería una promesa que no cumplirías. Dabas por concluida la conversación e 
intentaste ver la tele, pero Ana siguió hablando---. Luego intenté hacerlo yo, 
pero no sentí las cosquillas ---dijo---, ¿Me harías cosquillas de nuevo?

La miraste sorprendido. Ciertamente eso no lo esperabas, y no estabas seguro si 
debías aceptarlo, pero sí sabías que no podías negarlo, al menos trataste de no 
decir un sí muy directo.

---¿Y qué hay de lo que te dijo tu mamá?

---No le diré nada ---contestó al instante---. No le dije antes ---aclaró un 
momento después, como para hacerse acreedora de tu confianza.

Habas centrado tu atención en la tele, y cuando regresaste a ella viste que 
tenía ambas manos en su entrepierna. 

---Creo que puedes hacerlo sola ---le dijiste sin pensar. Y al instante un 
torbellino de pensamientos se agolparon en tu mente: culpa, deseo, estupidez, 
ira. Todo al mismo tiempo.

---No es la misma comezón que cuando tú lo hiciste ---te contestó ruborizada. 
Sus palabras te regresaron a la realidad. Ya no podías pelear más, aunque 
realmente nunca habías intentado hacerlo. Extendiste la mano hacia la 
entrepierna de Ana y ésta retiró sus manos. Colocaste la tuya sobre la dura 
mezclilla e intentaste frotarla, no sentiste nada, y al parecer Ana tampoco 
---. Con el pantalón no se puede ---e dijo, decepcionada---, pero no puedes ver 
mis calzones, me dijo mi mamá, solo puedes tocarlos ---comentó aparte. 
Sonreíste ante la forma en que aún trataba de respetar las órdenes de su mamá.

---No los veré ---le dijiste y le desabotonaste el pantalón, por la pequeña 
abertura podías ver el encaje de sus braguitas, y comenzaste a meter la mano 
para tocarla. Justo entonces la puerta chirrió y apenas sacaste tu mano se 
asomó la mamá de Ana, diciendo que se alistara, que ya se iban---. Mejor 
alístate ---le dijiste abotonándole los pantalones y dando gracias al cielo por 
la distracción de tu tía, que no había notado el pantalón abierto de su hija.

---¿Vendrás el próximo domingo, verdad? ---te preguntó Ana antes de irse.

---Si, te aseguro que vendré ---le contestaste.

Cumpliste tu promesa, y cada vez tenías más deseos de ir y más sentimientos de 
culpa por saber que no podías dejar de hacerlo, y lo pero era que casi no 
habías hecho nada. Ana no había vuelto a llevar falda, tal vez no lo hacía 
porque sabía lo que harían. Había sido fiel a su mamá y no te permitía verla. 
Cuando llevaba pantalones te dejaba frotarle la entrepierna desde afuera 
mientras se recostaba en la cama. Podías ver que le gustaba, pues se aceleraba 
su respiración, pero nunca pasó de eso, y siempre había algún ruido fuera del 
cuarto que los sobresaltaba.

Una vez llevó pantalón de mezclilla, y te permitió meter la mano por la 
bragueta mientras prometieras que no la verías. No podías ver nada, pero 
llegaste a sentir sus braguitas de nuevo, y sentiste la piel de su entrepierna. 
Entonces en un impulso apartaste el calzón de tu camino y tocaste la vulva de 
tu primita con la punta del dedo. Ana saltó en la cama y te hizo sacar la mano.

---No ---dijo, preocupada---, está sucio ---terminó. Viste que se acomodaba el 
calzoncito por la abertura y luego te dejaba continuar. Aquel día Ana en verdad 
llegó a respirar rápido, y por un momento pensaste que tendría un orgasmo, pero 
de nuevo los interrumpieron.

Y cada fin de semana cuando regresabas a tu casa con una erección en los 
pantalones y el olor de tu primita en tu mano pensabas en lo que hacías y 
decidías no hacerlo de nuevo. Pero la resolución menguaba durante la semana, y 
cuando llegaba el próximo domingo no ponías objeciones cuando Ana te preguntaba 
si querías "jugar con ella".