Author: Tod Natürlich
Title: La Amenaza del Futuro
Part: 2
Summary: Un muchacho queda varado en el futuro tras un encuentro con una 
máquina del tiempo.
Keywords: MF gi fant ScFi
Language: Spanish


===== La Amenaza del Futuro =====

*** Un día muy lejano ***


Y qué época es ésta? Bueno, si no me equivoco al leer los instrumentos de la 
máquina, estoy en el año 210 030, o tal vez esté 210 030 años al futuro de mi 
propia época. Pero no me den crédito alguno, la máquina no es mía, y estoy en 
ésta época por error. En realidad, llevo aquí casi un mes tratando de que la 
máquina me lleve de regreso a mi tiempo. Aunque debo admitir que hay muchas 
cosas que voy a extrañar si logro regresar.

Llegué aquí hace más o menos treinta días. Lo recuerdo bien, el alivio que 
sentí cuando mi cabeza dejó de dar vueltas y la puerta de la esfera se abrió. 
Salté fuera sin pensar, diciéndome que nunca volvería a meterme con cosas que 
no comprendía. Más mi alivio duró poco, y fue reemplazado por el más absoluto 
asombro.

Observé incrédulo que ya no estaba en el parque cerca de mi casa donde había 
entrado a la esfera, sino en un inmenso jardín. Sí, jardín fue la primer 
palabra que vino a mi mente cuando vi aquello. Pese a que apenas amanecía y el 
Sol todavía proyectaba sombras largas pude ver que todo a mi alrededor estaba 
sembrado por un césped uniforme y bien cuidado, de un hermoso verde, no se 
veían malas plantas ni nada que estropeara la perfección del césped, 
exceptuando los varios árboles que crecían alrededor, todo ellos árboles 
frutales, y sus frutos, grandes y rozagantes pendían listos a ser cogidos. 
Subí, maravillado y un poco aterrorizado, a una pequeña loma y miré alrededor 
con el Sol naciente. Hasta donde alcanzaba mi vista no había sino este inmenso 
jardín, tachonado por árboles. Vi algunos montículos cubiertos por el césped 
que asemejaban construcciones derruidas, pero no se veían casas ni nada que 
denotara civilización.

Recordé entonces la voz computarizada que me había hablado cuando subí a la 
esfera. Corrí de vuelta a la máquina, esperando que en ella estuviera la 
respuesta. Más la esfera aparecía ordinaria, en su interior únicamente un panel 
se encontraba encendido, y una fecha anunciaba mi estancia en el futuro. Por 
supuesto que no comprendí todo esto al momento, entonces estaba tan 
desconcertado que no hubiera entendido aunque la máquina me hubiera hablado y 
dicho con todas sus letras: "estás en el futuro".

Y fue entonces que los vi, o más bien que ellos me vieron, pues se levantaban 
con el Sol y se acostaban con éste. De debajo de algunos árboles vi que salían 
niños, estirándose, desperezándose, algunos tomaban una fruta y comenzaban a 
comer, pero varios vinieron hacia mí y la máquina del tiempo.

Me sentí preocupado al principio, más no asustado, pues los consideré niños. 
Eran como de la altura de un niño de once o doce años, esbeltos y elegantes. 
Podía oír sus voces, melódicas y agudas, y sus risas, claramente infantiles. 
Pero lo que me preocupó fue el no entender palabra alguna de lo que se decían.

Se acercaron y me miraron con curiosidad, luego se abalanzaron sobre mí y la 
máquina. Debo admitir que sentí miedo entonces e incluso consideré atacarlos, 
mas pronto comprendí que no representaban peligro. Tocaron la superficie de la 
máquina con asombro y curiosidad, mas no intentaron hacer más. Tocaron también 
mis ropas, zapatos, mi rostro y mi pelo, como para cerciorarse de que fueran 
reales, mientras intercambiaban comentarios entre risas en su hermoso lenguaje.

Una vez que mi miedo remitió pude examinarlos mejor. Parecían niños en todos 
los sentidos, excepto por las marcadas curvas en las niñas, cuyos pechos 
resaltaban más de lo que deberían los de una niña. Entonces reparé en sus ojos, 
todos ellos tenían ojos en forma de avellana, grandes y hermosos, que 
reflejaban felicidad e inocencia, ojos como nunca los había visto ni en la más 
hermosa mujer de mi tiempo. Después noté sus orejas, que terminaban en punta 
hacia arriba y parecían moverse cuando un sonido surgía a sus espaldas. También 
me llamaron la atención sus ropas, tanto los niños como las niñas se vestían 
igual: usaban ligeras túnicas color vede claro, muy hermosas y suaves al tacto, 
y tan etéreas como la seda. Ahora comprendo que no eran niños, sino aquello en 
lo que había evolucionado la humanidad en los cientos de miles de años que me 
había movido hacia el futuro.

Todavía me perseguían estos pensamientos cuando los niños comenzaron a 
retirarse, y unos pocos me jalaron o empujaron juguetonamente para que los 
siguiera. Caminamos hacia un claro cercano, donde estaba una gran piedra, que 
parecía haber estado pulida y tallada hacía siglos, pero que ahora servía de 
mesa, donde habían colocado frutas en abundancia. Viendo a ésta nueva especie 
recordé novelas que había leído, y pensé que podía considerar a estos niños 
como elfos del bosque, el pensamiento me pareció curioso entonces.

Me senté en la mesa y a instancia de mis anfitriones, y con cuidado probé las 
frutas, eran especies desconocidas para mí, tanto en su forma como en su sabor, 
pero todas estaban deliciosas. Había algunas muy dulces, otras agridulces o 
ácidas, en resumen, todos los sabores que uno pueda imaginar. Estaba yo tan 
concentrado en probar de todo lo que había en la mesa que no noté que la 
mayoría de los niños ya habían terminado (sus cuerpos eran bastante más 
pequeños que el mío, después de todo) y se estaban dispersando. Todavía algunos 
me veían con curiosidad, pero al parecer la novedad de mi visita ya había 
pasado de moda.

Finalmente miré a mi alrededor, donde los niños jugaban. Me llamó la atención 
un niño y una niña al otro lado de la mesa que habían comenzado a mancharse de 
fruta (como niños), y ahora rodaban el uno sobre el otro. Pensé que debía 
levantarme y separarlos antes de que se lastimaran, mas cuando me acerqué vi 
que ambos estaban en proceso de quitarse las túnicas y que el pene del niño 
estaba ya completamente alojado en la pequeña vagina de la niña.

Fue un descubrimiento turbador y excitante. Mi primer impulso fue mirar 
alrededor, para ver si alguien más miraba, y me sorprendió descubrir que muchos 
lo hacían, los niños reían, jugaban, charlaban y de vez en cuando miraban a sus 
compañeros haciendo el amor. Aunque creo que eso está mal, no hacían el amor, 
sólo tenían sexo. En cuanto el pequeño elfo (me obligué a dejar de pensar en 
ellos como niños, ya que era claro que eran adultos hechos y derechos, más o 
menos) eyaculó, se separaron y tomaron cada quién su camino.

Me quedé sorprendido al ver que la escena se repetía en algunos lugares. Había 
elfos que simplemente se contentaban con jugar con sus genitales o con los de 
su pareja, otros que se concentraban en sexo oral e incluso combinaciones de 
dos niños o dos niñas teniendo sexo juntos.

Ahora, yo nunca me consideré homosexual, pero debo admitir que el ver a dos de 
éstos elfos, hermosos en todo aspecto, aunque fueran varones, teniendo sexo, me 
excitó, si bien para salud mental traté de concentrar mi atención en las 
féminas.

Y yo no era el único que ponía mi atención en ellas. Todavía estaba yo en ese 
estado de sorpresa al ver tanta promiscuidad a mi alrededor, que no me di 
cuenta que dos niñas se habían acercado a mí y trataban de bajarme a su altura. 
Finalmente me hinqué ante ellas, eran casi idénticas, por lo que supuse que 
eran hermanas, y me hablaban riéndose y señalándome con ingenuidad.

Una de ellas intentó abrir mi camisa, más los botones se lo impidieron, y 
pareció muy contrariada, tanto que su eterna sonrisa se borró de su rostro. No 
pude evitar sonreír ante su desconcierto, y le mostré cómo debía desabotonar mi 
camisa. Lo hice sin pensar, pero la elfa pronto captó el mensaje y en un abrir 
y cerrar de ojos entre ella y su hermana me tenían desnudo de la cintura hacia 
arriba. Fue entonces que comprendí lo que querían hacer, e instintivamente les 
evité proseguir. Tal vez fuera el que parecían sólo niñas, o tal vez fuera el 
que sabía que no eran del todo "humanos", pero mi cerebro me decía que debía 
detenerlas.

Las niñas insistieron, rieron y tomaron mi negativa como un juego, lo que no 
sirvió sino para que renovaran esfuerzos. Me incorporé finalmente, y con algo 
de rudeza las aparté de mi. Sus rostros fueron entonces los de un par de niños 
a punto de llorar, y en verdad temí que lo hicieran, más se miraron la una a la 
otra y pronto me olvidaron. Sin importarles que yo estuviera ahí, se 
deshicieron de sus túnicas mientras se besaban y comenzaron a acariciarse sus 
pechos cuerpos, vaginas y clítoris.

No pude evitar quedarme a ver, mientras el bulto en mi pantalón se hacía cada 
vez más molesto. La piel de las niñas era hermosa y sin marca, perfecta, sus 
traseros estaban llenitos y los movían con una sensualidad increíble. Las 
hermanas se acostaron en el suave césped y comenzaron a lamerse mutuamente 
aquel lugar sagrado de placer. Antes de darme cuenta ya estaba arrodillado 
mirando la vagina de una de ellas mientras la otra la lamía con entusiasmo.

No tenían bello púbico, sino únicamente una ligera insinuación de éste. Podía 
ver la lengua de la niña entrar y salir de la vagina con facilidad, lamiendo 
desde el clítoris hasta casi el ano, era completamente excitante.

Entonces algo se interpuso en mi vista, era un niño, que había llegado, o tal 
vez ya estuviera ahí desde antes. Me dirigió una sonrisa juguetona e inocente y 
sin más preámbulos introdujo su verga en la vagina expuesta de la niña. La 
pequeña elfa gimió de placer y comenzó a moverse a ritmo del niño. Pude 
examinar su polla, la cual tampoco presentaba vello alguno, y era bastante más 
pequeña que la mía, pero más grande que la que le correspondería a un niño.

La hermana que lamía la verga cada vez que ésta abandonaba el cuerpo de su 
hermana reía feliz al sentir la lengua de su hermana en su propia caja de 
placer. Pronto el elfo dio un grito, que más sonó como una risa estruendosa, y 
se alejó riendo, mientras volvía a ponerse su túnica. La niña también se 
recuperaba de su orgasmo, mientras su hermana lamía los líquidos de su recién 
usada vagina. Mi verga estaba a punto de estallar dentro de mis pantalones.

Cerré los ojos tratando de calmarme, y entonces sentí una mano en la hebilla de 
mi pantalón, trabajando con el botón. Era una de las hermanas, aquella que no 
había tenido un orgasmo, pues la otra aún estaba tendida, disfrutando las 
sensaciones. Esta niña, que me desabotonaba el pantalón, sonreía, mientras con 
una mano seguía tocándose su coñito. Por un momento vi el deseo en sus 
inocentes ojos, y fue por eso que no la detuve.

Se sorprendió al encontrar mi ropa interior, pues ellos no usaban nada bajo sus 
túnicas, pero logró quitármela sin problemas, y creo que estuvo muy sorprendida 
por el tamaño de mi polla. Sin embargo no se inmutó, manipuló mi miembro con 
curiosidad y tan exquisitamente que casi me corrí en sus manos, luego me hizo 
acostarme y trepó sobre mí, hasta que su diminuta rajita quedó alineada con mi 
instrumento.

Su hermana ya se había levantado y vestido y nos miraba con curiosidad y 
tranquilidad, era obvio que ya había visto a su hermana hacer esto innumerables 
veces en el pasado, y lo único que le interesaba era el singular compañero que 
había elegido. Mi glande abrió los labios de su vaginita y se deslizó al 
interior de su cuerpo cuando dejó caer su peso sobre mí, mas yo era mucho más 
grande que cualquiera de ésta época, por lo que con un gesto de molestia, se 
levantó un poco.

No fue fácil entrar en ella, tan apretada como un guante demasiado pequeño, su 
vaginita se contraía en espasmos de placer cada vez que mi verga entraba un 
poco más, y yo debía detenerla de vez en cuando para evitar eyacular antes de 
estar dentro de ella. Centímetro a centímetro fuimos progresando, y cuando ya 
casi mi miembro desaparecía en su interior, me di cuenta que ésta era la 
primera vez que hacía el amor, ya no sufría de la temida "maldición del 
virgen". Fue con éste pensamiento y con un apretón de los músculos de su vagina 
que un orgasmo me recorrió de pies a cabeza mientras los últimos centímetros 
entraban de golpe en ella y yo liberaba todo mi esperma a la entrada de su 
útero. Eyaculé como nunca lo había hecho, y a mitad de mi orgasmo sentí y oí 
que ella llegaba al suyo, apretando mi verga contra su cuerpo y riendo feliz 
por las sensaciones.

Nos quedamos abrazados un buen rato, mientras mi polla se desinflaba en su 
interior. Finalmente ella se levantó y un poco de mi esperma salió escurriendo 
de su vagina hacia sus piernas. Ví cómo con asombro tomaba en sus dedos mi 
esperma y lo probaba, intrigada. Su hermana la imitó, y a ambas pareció 
gustarles, pues su hermana comenzó a lamerla donde yo la había jodido, y luego 
compartieron un beso.

Fue entonces que recordé que cuando el elfo había jodido a la niña, no había 
escurrido nada de esperma, me pareció extraño, aunque mi mente (que aún los 
consideraba como niños) justificaba que aún era muy pequeño para eyacular.