Note: This story was dynamically reformatted for online reading convenience. Sexmopolite (BDSM, handjob, postorgasmic torture, public, feet) Autor: chicomad Introducción: (La sala Sexmopolite antiguamente era un sex shop. Su dueño ten'a una estrecha relación con el mundo de la producción de cine X y fue uno de los primeros en incluir un peep show en su negocio. Su fachada de estilo neoclásico adornada con luces de neón atrajo a un sinf'n de clientes en el centro de la capital. Las instalaciones de buen gusto y siempre pulcras favorecieron que el lugar fuera visitado por turistas de cualquier clase. Años después se hizo una importante remodelación de las instalaciones y el peep show se transformó en un espectáculo erótico sobre escenario y en toda regla, que incluso llegó a ser recomendado por algunos hoteles. Con el tiempo la sala ganó fama a través de la televisión, y hoy en d'a es un clásico al que asiste un público heterogéneo. El espectáculo comienza a las once de la noche ofreciendo un contenido erótico no expl'cito, con un descanso de unos diez minutos entre cada actuación. La temática sexual es variada, y a partir de las doce van aumentando en dureza, momento en el cual mucha gente abandona la sala. La particularidad más destacable es que al público se le invita a participar en los juegos eróticos. En los últimos pases sólo los más atrevidos aceptan la invitación de los actores para salir al escenario a riesgo de que las pruebas a las que puedan ser sometidos superen los l'mites de lo que no se está dispuesto a hacer en público.) Una música sensual envolvió la cálida atmósfera de la sala silenciando el cuchicheo de los espectadores, al tiempo que las luces se atenuaban gradualmente dejando los rincones en penumbra. Como cada sábado sobre las dos de la madrugada Elsa surgió de entre las sombras con su elegante andar, y su figura esbelta se iluminó bajo los focos de luz que proyectaban sobre el escenario amplio y casi circular rodeado de mesas y butacas donde se acomodaban los clientes. En medio de este espacio hab'a un vistoso artefacto, un tablero vertical soportado por los brazos articulados de una máquina, que la artista contempló haciendo gestos de niña p'cara y donde apoyó sus manos adoptando poses sexy. Contoneándose suavemente como mecida por el erotismo de la música de ambiente se alejó de la brillante luz y se paseó entre el público lentamente, deslizando sus dedos provocadores sobre los hombros y el pelo de aquellos hombres que la observaban pasmados. Era una mujer alta, y lo parec'a aun más con sus tacones de aguja y su cuerpo delgado. Su semblante algo demacrado y su maquillaje al estilo gótico le daban aspecto de mujer fatal cuarentona, pero lo cierto es que acababa de cumplir treinta y dos. Su pelo lacio de tinte negro brillante, más bien largo, peinado con la raya a un lado y sujeto con una horquilla en la sien, hac'a juego con su largo y ceñido vestido azabache de mangas cortas y escote en pico que dejaba ver algo de su torso pecoso y de escasos senos. Sus manos, expresivas en todo momento, aunque eran grandes y largas no dejaban de ser hermosas y dulcemente femeninas, de uñas cortas y carentes de cualquier artificio. Sus piernas modélicas eran dignas de una diosa, las cuales mostraba con elegancia en cada paso a través de las aberturas laterales del vestido. A pesar de la naturaleza expl'cita de las actuaciones ofrecidas en el local, el espectáculo no carec'a de buen gusto y su fama comenzaba a atraer a una clientela cada vez más variopinta, pues entre las oscuras siluetas se pod'a apreciar que hab'a bastante público femenino. Quizá muchos de los all' presentes conoc'an detalles acerca de lo que suceder'a en el escenario, pero no Jael, un joven de mente liberal y de nula experiencia en el mundo del espectáculo erótico. Ese d'a estaba dispuesto a dejarse llevar ante cualquier situación en un lugar donde era improbable que nadie lo conociera. Lo que pagó por entrar all' desde su punto de vista ya hab'a valido la pena tan sólo por lo que acababa de presenciar en la actuación anterior, pues era la primera vez en su vida que presenciaba sexo en vivo y eso lo hab'a sobreexcitado. Cuando Elsa pidió un voluntario de entre un público nadie se ofreció. Ajeno a la naturaleza del espectáculo Jael se mor'a de ganas de participar pues gozaba de un cuerpo sin complejos, le daba morbo el panorama, le excitaban las piernas de Elsa y le respaldaba el convencimiento de que en la vida volver'a a cruzarse con ninguna de aquellas caras. Pero le faltaba atrevimiento y era lo bastante modesto y sensato como para ofrecerse antes que nadie, y tampoco quer'a que lo tomaran por un pervertido. Entre cabizbajos que refugiaban la mirada en su copa en señal de negativa, Elsa se acercó a Jael invadiendo el anonimato de su rincón y lo invitó. Éste aceptó sonriendo y poniéndose de pie, y como para no dar tiempo que se arrepintiera inmediatamente fue llevado de la mano con decisión hasta el escenario. El joven pensó que la providencia le hab'a reservado aquella experiencia para él en ese d'a, y sintió un hormigueo intenso de emoción y nerviosismo en el estómago. Elsa sintió al instante simpat'a por el joven y lo trató muy dulcemente, pues era la primera vez que pescaba un pez que f'sicamente era de su agrado, y esta vez se sent'a capaz de disfrutar verdaderamente con lo que hac'a en su trabajo. La actuación requer'a que fingiese ser un ama severa, pero no pudo evitar sonre'r y mostrarse amable con él. Lo situó de cara al público como mostrando a su presa y dio una vuelta a su alrededor, deslizándose por su espalda como si se escabullera por un burladero, y con un giro de baile plantó sus tacones frente a él, cara a cara, para imprimir sobre su pecho un suave empuje haciéndolo retroceder hasta que su espalda se encontró con la madera del tablero. El estrecho y rústico tablero de más de dos metros de altura que ocupaba el centro del escenario era una robusta y sofisticada mesa de tortura sobre ruedas, equipada con un mecanismo que permit'a inclinarla, plegarla y orientarla en varias posiciones. Se dec'a que el encargo de la mesa hab'a costado más dinero de lo que val'a el local completo. Hab'a sido ideada por el dueño de aquel negocio, un productor francés de cine X. Elsa sab'a utilizarla muy bien. El tablero, que ahora reposaba de pie sobre uno de sus cantos y ligeramente inclinado hacia atrás, ten'a cuatro brazaletes de cuero en los extremos mediante los cuales la actriz ató al reo. Con la ayuda de un taburete le alzó los brazos y ató sus muñecas, una en cada esquina de lo más alto del tablero. Después se agachó y ató los tobillos casi juntos en el extremo inferior. A penas tardó un minuto en hacer esta labor al tiempo que provocaba al muchacho haciendo sutiles gestos eróticos, mordiéndose los labios y mirándolo fijamente a los ojos. El culo de Jael no quedó directamente en contacto con la madera desnuda sino contra una posadera acolchada y anatómica que manten'a su cadera ligeramente proyectada hacia delante, y si no fuera porque el tablero estaba ligeramente inclinado hacia atrás y por la sujeción de sus extremidades su cuerpo se ir'a de bruces. Una vez que hubo atado al prisionero, Elsa continuó con el juego dispuesta a sorprender al público con un grado de fuerza en la escala erótica superior al de la actuación anterior. Cambió su actitud por otra más acorde con la temática sádica, se volvió más firme en sus pasos y se separó de Jael haciendo gestos de satisfacción hacia el público por haber apresado a un inconsciente que iba a padecer sus mañas martirizantes. Realizando armoniosos movimientos con sus brazos dio otro toque coreográfico a su actuación y en seguida se puso al mando de la mesa de tortura. Tirando de una palanca elevó el tablero a un palmo del suelo dejando a Jael suspendido de las correas, y a partir de ese momento todo sucedió demasiado deprisa para el joven quien no tuvo tiempo de mentalizarse ni de intuir lo que ven'a después. El ambiente se caldeó y aumentó la expectación al subir el volumen de la música. Aunque Elsa adoptó ademanes de ama dominante segu'a radiando simpat'a y sensualidad natural. Mientras Jael se preguntaba cuánto tiempo lo iban a tener colgando cortándole la circulación sangu'nea en las muñecas, Elsa con sus dedos ágiles le desabrochó el pantalón y se lo bajó hasta los tobillos de un tirón arrastrando la ropa interior y dejando su sexo al aire. Jael no sab'a qué cara poner. Él esperaba algo más sensual, más erótico, pero su flácida vergüenza quedó expuesta al público bruscamente y sin más preámbulos, sintiéndose incómodo, preocupado y avergonzado. Una jovenc'sima y bella camarera de baja estatura que har'a las veces de ayudante se apresuró hacia el escenario. Entre las dos mujeres giraron la mesa sobre sus ruedas trescientos sesenta grados para que el público circundante contemplara al hombre humillado. El esfuerzo inicial que las chicas hicieron para mover la máquina, cada una tirando con todo el peso de su cuerpo desde lados opuestos, hizo ver que el carro, palancas, brazos articulados, tablero más el prisionero eran un conjunto robusto y estable. La camarera se retiró y Elsa volvió a los mandos de la máquina, y con un tirón de palanca hizo pivotar la mesa poniendo a Jael en posición horizontal a un metro y medio del suelo mirando hacia el techo. Sus pies quedaron apuntando hacia la mayor'a del público, y su cabeza y sus brazos orientados hacia la parte trasera del escenario. El tablero no era de una sola pieza sino compuesto por tres paneles abatibles de distintos largos. El panel central era el más pequeño, no más grande que el asiento del columpio de un niño, y el que soportaba con la superficie acolchada el peso del trasero de Jael. A ambos lados de éste pivotaban los otros dos paneles mucho más largos. De ese modo, con un segundo accionamiento Elsa plegó parcialmente y hacia abajo los dos tercios largos del tablero, de modo que el cuerpo del chico quedó ligeramente arqueado con la cabeza y los pies a un nivel más bajo que la pelvis. Ahora su pene estaba más cerca de los focos del techo que cualquier otra parte de su cuerpo, como si ofreciera su virilidad a los Dioses de las alturas. Elsa brillaba con un repertorio variado de gestos y posturas sexy a un ritmo sensual. Se acercó a los pies de Jael y lo despojó de sus zapatos y calcetines que dejó caer al suelo. Los clientes, ahora auténticos voyeurs de primera fila, observaban sin pestañear. Como si fuera una chiquilla traviesa le hizo unas breves cosquillas en los pies y sin dejar de mirarlo con una sonrisa de aires sádicos, dio unos pasos de modelo de pasarela y se situó detrás de la cabeza del joven confuso, que ya iba perdiendo el temor a que aquel armatoste siguiera inclinándose y lo dejara cabeza abajo. Con piernas de conejita "playboy" y poniendo el culo respingón se inclinó hacia delante, y con sus dedos livianos desabrochó uno a uno los botones de la camisa de Jael para abrirla y dejar su pecho al desnudo. Con delicadeza y lentitud se llevó el dedo 'ndice de una y otra mano a la boca para humedecerlos poniendo carita inocente, y con sus yemas acarició suavemente los pezones del cautivo sin dejar de mirar al público. Los interruptores erógenos del pecho de Jael enviaban descargas por todo el cuerpo inervando sus mecanismos sexuales, provocando que se le cerraran los ojos y relajara la boca del subidón tan grande de oxitocina. Era muy sensible a este est'mulo y automáticamente su pene se endureció. Elsa aceleró las caricias sobre las tetillas con sus dedos mágicos y lo mantuvo as' hasta que el miembro en lo más alto del podio comenzó a palpitar involuntariamente. Contempló la lanza del prisionero que no iba mal armado y pensó que deb'a aprovechar bien aquella virilidad que no siempre se le ofrec'a tan hecha a medida para su número. La camarera volvió a hacer una breve incursión para entregar al ama una especie de taburete acolchado semejante a la montura de un caballo, la cual fijó al tablero justo sobre el estómago del cautivo valiéndose de unos enganches prefijados. Después destalonó sus zapatos de tacón y se descalzó para ayudarse del taburete y montar sobre el prisionero dándole la espalda y con el pene delante de ella a su entera disposición. El asiento de la amazona libraba a Jael de tener que soportar el peso de aquel hermoso culo sobre su abdomen, y a Elsa le permit'a estar a horcajadas cómodamente sin tener que aferrarse con sus piernas al cuerpo inclinado del chico por el que se ir'a resbalando poco a poco. Los pliegues de la falda de su vestido ahora posaban recogidos sobre la montura y sobre el pecho de Jael, y hacia los lados colgaban rectas las piernas desnudas de una amazona sin estribos. Jael era la única persona de la sala que no podr'a ver las habilidades manuales de Elsa, pero s' sentirlas en su propia carne. A un lado y a otro pod'a ver algunas mesas y siluetas oscuras de personas. Desde el techo infinitamente oscuro lo deslumbraban los focos que colgaban de la nada. Si alzaba la frente sólo pod'a ver la tela negra del vestido que ceñ'a la espalda recta de una mujer hermosa, y que tras vadear un culo respingón y perfecto reposaba en pliegues sobre su pecho. La única piel que pod'a contemplar de la erótica estampa al forzar su cuello eran unos preciosos muslos a cada lado de la montura. El público sin embargo se deleitaba con la visión más erótica contemplando las piernas de Elsa que pend'an muy sexy apuntando al suelo con pies de porcelana bien cuidados y dedos estilizados con uñas pintadas de negro. La mujer dejó de actuar para concentrarse en algo que sab'a hacer muy bien. Con rostro sereno bajó la mirada y tomó el pene de Jael por su base con una mano manteniéndolo erguido, con la otra mano comenzó a masturbarlo. Envolvió la carne con sus cinco dedos sin presionar demasiado, imprimió un suave vaivén al prepucio con un juego de muñeca armonioso, y as' cubr'a y descubr'a un turgente glande con el pellejo, despacio, muy despacio. Jael nunca hab'a estado antes en un show porno participativo ni en nada parecido, por eso no es descabellado suponer que jamás en la vida hab'a estado tan excitado. Él comprendió que ahora formaba parte de un juego erótico para entretener al público, y quiso pensar en algo que le distrajera porque estaba a punto de explotar y no quer'a defraudar con su precocidad. Pero no era fácil controlar las reacciones de su organismo por no decir imposible, estaba demasiado excitado. Elsa por experiencia sab'a que los jóvenes voluntarios sol'an correrse pronto, además aquél ten'a una erección bastante r'gida y el glande hinchado brillaba de color púrpura, señal de que estaba sobreexcitado. As' que dejó de masturbarlo, levantó el brazo he hizo una seña. La camarera se presentó al instante con dos pedestales que plantó en el escenario, uno lo articuló situando un micrófono muy cerca de la cabeza de Jael, y lo mismo hizo con el otro pero cerca de las manos de Elsa. El chico no se percató al momento pues hac'a esfuerzos de concentración para no correrse incluso ahora que no lo masturbaban. La muchacha dio a Elsa un tubo con algún l'quido y abandonó el escenario del mismo modo que vino. Tras lubricarse bien las manos Elsa reanudó la faena a un ritmo más alegre. El gozo se apoderó de nuevo del cuerpo inmóvil, y él con la cabeza en reposo pudo ver sobre su frente el micrófono preguntándose si estar'an gravando la escena. Demasiado tarde para preocuparse, y desde que sintió que las manos de Elsa se afanaban con mayor decisión se entregó por entero, pues era inútil resistirse a llegar al punto de no retorno. Después de unas pocas batidas Elsa mantuvo el pellejo del pene estirado hacia su base de manera que el glande quedó expuesto, entonces apoyó sobre éste la palma de su otra mano y comenzó a frotar intensamente describiendo c'rculos. Jael era incapaz de adivinar por el tacto lo que las manos le hac'an, tan sólo sintió que dejaron de masturbarle y que de pronto notaba una desagradable hipersensibilidad en la punta del pene. Pensó que alguien se la deb'a estar mamando y mal porque le hac'an daño. Nunca hab'a sentido algo as' y sospechó incluso que pod'a ser alguien del público, un hombre quizá, algún elemento sorpresa que formaba parte del espectáculo. Elsa alternó esta técnica con una masturbación suave y placentera. Cuando Jael comenzaba a disfrutar de pronto volv'a a notar que paraban y que volv'an a provocarle aquella sensación desagradable. Fuera lo que fuera la incomodidad gripó el gatillo de su orgasmo, as' no podr'a correrse tan fácilmente como cre'a. Una de las veces Elsa prolongó su acción diabólica sobre el glande durante sólo un poco más de tiempo hasta obtener el resultado que buscaba, Jael tensó las piernas de dolor e intentó mover las caderas en señal de que algo iba mal. Elsa dibujó una sonrisa orgullosa en su rostro y compensó a Jael con una monumental y placentera paja en la que alternaba r'tmicamente sus manos para aplicar un masaje, como si tratase de alargarle el pene mediante repetidos estiramientos desde la base hasta la punta cubriendo el capullo con la piel. Después le hizo lo mismo pero al revés, deslizando las manos desde la punta hacia la base, como si intentara clavarle una estaca en el vientre repetidas veces. Jael se relajó y suspiró disfrutando de aquella sensación tan maravillosa, empezaba a enamorarse de aquella Diosa. Quiso corresponder al ritmo de las manos milagrosas moviendo su pelvis pero su postura arqueada se lo imped'a. La realidad era que no pod'a poner nada de su parte, Elsa dispon'a absolutamente del miembro a su antojo. As' que a ésta se le antojó parar, alzó el brazo y con una segunda señal hizo bajar el volumen de la música. Ahora pod'a o'rse hasta el crujir del suelo y la inquietud del público. Sin la música la atmósfera envolvente de fantas'a erótica se desvaneció y Jael se preguntaba qué anunciaba aquel redoble de silencio. Elsa se inclinó un poco hacia delante y dejó caer un hilo de saliva de su boca sobre el pene que sujetaba. Prosiguió con una paja clásica con movimientos largos, y cuando hubo escurrido toda la saliva hacia la punta del pene, cerró el puño con más fuerza y aceleró la paja con movimientos cortos para producir un sonido de chapoteo, como si intentara batir a punto de nieve una clara de huevo sobre la punta de la polla de color púrpura. El sonido de las embestidas de la mano sobre la carne lubricada se o'a a través de los altavoces del local gracias al micrófono. Jael, excitad'simo por la perversa y sofisticada treta de la manipulación ajena de su propio falo, se abstrajo en un profundo trance de placer. La realidad se distorsionó para él y quedó sumido en un sopor erótico adictivo que cambiar'a para el resto de su vida su percepción del sexo. Elsa miró hacia atrás sin dejar de masturbarle y observó su cara. Vio que ten'a la mirada hacia el infinito y que comenzaba suspirar. Lo masturbó más rápido y logró sacarle un gemido de la garganta, el cuál se escuchó claramente a través del micro. Sus gemidos se repet'an con eco en el aliento de algún espectador onanista, pues los jadeos se contagian igual que se contagia la risa. Jael ladeó la cabeza con la mirada en blanco y gimió cada vez con más frecuencia e intensidad. Entonces Elsa paró. En ese momento se dio cuenta de que estaba sentada sobre el cliente más excitado que hab'a subido al escenario hasta entonces, y que su orgasmo iba a ser espectacular. El saludable f'sico de Jael, su espontaneidad, su juventud, un público especialmente numeroso y paritario, el buen curso del espectáculo, todo ello contribuyó a que Elsa sintiera sin lugar a dudas que disfrutaba por primera vez de lo que hac'a. Despejó sus mejilas deslizando su cabello detrás de sus orejas de soplillo, y ahora su cara radiante parec'a más joven y se sent'a más capaz de provocar al mundo con sus manos de Afrodita. Volvió a mantener la verga enhiesta entre 'ndice y pulgar posando delicadamente su mano plana sobre la ingle y los retra'dos y arrugados test'culos, y con la otra mano torturó al muchacho con todo el repertorio martirizante que conoc'a para sobreestimular el glande. Jael notó un dolor creciente y angustioso, una sensación que a cada segundo se hac'a más insoportable. Comenzó a emitir quejidos y a mover la cabeza de un lado a otro. Esta vez Elsa prolongó la tortura hasta más allá de lo tolerable haciendo que Jael contrajera su abdomen tensando su cuerpo en una tentativa refleja de incorporarse. Elsa aplacó sus quejidos antes de que se pusiera a gritar con una paja suave y placentera. Jael ignoraba por qué a veces sent'a placer y otras un malestar dif'cil de describir, y se afanaba por encontrar la forma de mover sus caderas torciendo el cuerpo tratando de esquivar lo que le provocaba el dolor. En cambio cuando sent'a placer respond'a contrayendo sus nalgas para dar una leve proyección de su polla hacia arriba buscando el compás de las manos de Elsa para ayudarse a llegar al orgasmo. Nuestra esbelta mujer de negro sacó una goma elástica del pelo que guardaba en su vestido, la estiró y le dio dos vueltas ajustándola en la base del pene para cortar un poco la circulación e hinchar sus venas. Los cuerpos cavernosos del chico se inflaron y el falo adquirió un aspecto purpúreo. Con sus yemas recorrió el pene en toda su longitud apretando con moderada fuerza, como si intentara dar forma a una figura de barro. En cada apretón el pene correspond'a pulsando en un acto reflejo como si tuviese vida propia. Cuando Elsa apretaba con más fuerza Jael sent'a que se le contra'a el ano, pero esto no era del todo desagradable sino más bien desconcertante. Al manipularle el glande, se lo deformaba, le separaba las carnes como si intentara desfoliar un capullo y le abr'a el meaducto intentando introducir el dedo meñique. Aunque a la vista del público esto parec'a martirizante, en realidad a Jael lo único que le produc'a era un placer incompleto, un est'mulo insuficiente y desesperante que no le permit'a llegar a un orgasmo. Con el 'ndice y pulgar Elsa hizo un aro estrangulando la base del pene aún más, lo cual provocó una mayor hinchazón. Envolvió el capullo con su otra mano a modo de capucha y le aplicó fricción con un movimiento rotatorio parecido al de una moneda que gira como un trompo sobre la mesa y que está a punto de parar. Jael hab'a perdido sensibilidad en el miembro por la excesiva estimulación que le propinaban con lo cual ahora era capaz de soportar la sensación. Pero Elsa insist'a cambiando la técnica empleada para friccionar el glande buscando de nuevo el puntito de hipersensibilidad. Al minuto dio con el truco, y el gemido de Jael se transformó en quejido, y el quejido en gruñido hasta que por último exclamó -¡para, para! La torturadora hizo caso y paró mirando detrás de s' al rostro sudoroso de su v'ctima. Le sonrió y le hizo un guiño de complicidad para tranquilizarlo. Liberó al pene del elástico y continuó haciéndole una paja suave y placentera. Hizo de nuevo una seña y al momento reapareció la camarera quien colocó dos cubiteras sobre pedestales, una a cada lado de la amazona. Una conten'a agua con hielo y la otra aceite caliente, todo lo caliente que unas manos finas pueden soportar. Se inclinó y metió una mano en cada cubitera al tiempo que susurró algo al o'do de la camarera, ésta asintió y se fue. Elsa agarró la polla con la mano helada y lo masturbó con dulzura, un vaivén de abajo a arriba deteniéndose en la punta para hacer un leve giro de muñeca y de nuevo hacia abajo. Mientras, manten'a la otra mano inmersa en caliente. De vez en cuando cambiaba de manos aplicando alternadamente fr'o y calor sobre miembro viril que volv'a a erguirse orgulloso y lleno de vida. El contraste térmico hac'a que a Jael le pareciera que el fr'o cortaba y que el calor quemaba, pero le produjo un placer exquisito que jamás hab'a experimentado, como si los ángeles y los demonios se pelearan por hacerle sexo oral. Volvieron a subir el volumen de la música acompañando las armoniosas artes manuales de las que Elsa hac'a gala, pero los micrófonos aún captaban los sonidos menos sutiles. Era una paja más sofisticada de lo que parec'a ante los ojos de los espectadores pues combinaba diferentes técnicas. El primer deslizamiento de la mano hacia arriba lo hac'a apretando lo suficiente como para arrastrar el pellejo y envolver el capullo para exprimirlo en un puño. Al presionar, el aceite se o'a resbalar entre los dedos. De la misma manera descend'a la mano por el mástil extendiendo de nuevo el pellejo hasta tensar el frenillo y dejar el capullo al aire. La segunda vez que la mano sub'a sus dedos se deslizaban sin arrastrar el pellejo para llegar hasta un glande sensible y desnudo al que exprim'a suavemente antes de volver a descender. La tercera vez deslizaba la mano de igual forma pero esta vez se deten'a en el glande para presionar con la palma de la mano y friccionar en c'rculos unas tres veces en la parte más carnosa. Antes de causar hipersensibilidad la mano dejaba de frotar y se deslizaba hacia la base para volver a empezar el ciclo. Todo esto lo hac'a con una soltura incre'ble. Como ahora Elsa no o'a con claridad los jadeos de Jael por el volumen de la música, de vez en cuando lo miraba a la cara para estudiar su expresión y prever el orgasmo. Él ten'a los ojos medio cerrados. Pocas partes de su cuerpo pod'a mover para manifestar sus reacciones o desahogarse, as' que de vez en cuando mov'a los pies y giraba la cabeza a la izquierda o la derecha extasiado de placer. De pronto Elsa decidió torturarle friccionando de nuevo sobre el glande, pero esta vez no consiguió el efecto deseado ya que el miembro hab'a perdido sensibilidad de tantos tocamientos y de la erección prolongada, además el aceite suavizaba demasiado la piel. Sin mover el culo de la montura Elsa flexionó las rodillas y apoyó el empeine de sus pies sobre el pecho del chico para ayudarse a mantener la espalda recta, orgullosa como un cisne y lista para afanarse en sus buenas mañas. Con su mano izquierda sujetó al pene por la base y lo mantuvo recto apuntando hacia el techo. Envolvió los dedos de la mano derecha en la verga y comenzó a hacer una suave y lenta paja usando la técnica más clásica del repertorio y sin florituras. Una paja lenta que poco a poco fue aumentando en ritmo imprimiendo la presión idónea para dar un leve masaje, arriba y abajo, arriba y abajo, con el vaivén del suave prepucio que cubr'a y destapaba la punta del capullo una y otra vez. Jael se dio cuenta de que Elsa trabajaba de forma constante sobre su pene sin interrumpir fastidiosamente la sensación placentera como hac'a antes, y dedujo que trataba de llevarlo al orgasmo pues cada vez aceleraba más el paso. Estaba loco por correrse. Su postura corporal, las interrupciones y el tiempo prolongado hab'an hecho que ahora le costara llegar al cl'max, as' que abrió los ojos y alzó la frente en busca de la imagen de la Diosa que tanto lo excitaba para inspirarse en ella. Buscó algo, lo que fuera, un cent'metro de su piel desnuda, y entonces se fijó en sus piernas. Le pareció que eran las piernas más bonitas y excitantes que hab'a visto en su vida. Sus corvas flexionadas aplastaban sus gemelos contra sus muslos formando un canal entre las carnes que en la imaginación de Jael eran el canalillo de unas tetas o de unas nalgas. Sus largas tibias bastaban para imaginar unas piernas completas largas y esbeltas. Forzó aún más el cuello y pegó su barbilla al pecho para ver sus pies, se fijó en ellos y los deseó. Le parecieron hermosos, perfectos, sensuales, con apetecibles racimos de dedos turgentes y apiñados. Se le antojó que pod'a olerlos y que desped'an un aroma a dulce sudor femenino y piel bovina de zapatos nuevos. Hubiera querido recorrer todo el puente de sus pies con su lengua y morder sus jugosos talones. Sintió que se estaba enamorando de aquella Diosa y que quer'a hacerle el amor. Los suspiros de Jael iban in crescendo como el vapor de una locomotora, y ella que dirig'a la sinfon'a sexual se contagiaba de ánimo y sacud'a más la batuta que sosten'a su mano. Los suspiros se convirtieron en jadeos y los jadeos en gemidos que eran audibles a través de los altavoces con la música de ambiente, y cuanto más se o'an los gemidos con más decisión masturbaba Elsa. La actriz exig'a un orgasmo con la autoridad de sus manos y como segundo recurso hab'a apalabrado la manera de forzar que sucediera en ese momento. De pronto, unas manos angelicales se deslizaron por debajo de los pies de nuestra dama de negro y de los pliegues de tela de su traje sobre el pecho del extasiado. Unos dedos helados de servir bebidas fr'as palparon en busca de unos pezones masculinos, y cuando hicieron diana desencadenaron una ola de frenes' que se propagó por todo aquel cuerpo privado de libertad de movimientos. Jael abrió los ojos y miró hacia arriba para encontrar el rostro más angelical de la creación. Olvidó todo por un instante como si de repente se detuviera el tiempo y todo quedara en silencio. El espectáculo obsceno que Elsa ofrec'a manipulando el miembro, escupiendo sobre la palma de su mano para babear el falo, el chasquido de una paja salivada que sonaba en toda la sala, todo se alejó años luz como en un viaje astral, y quedaron a solas él y la imagen divina alejados de todo acto impuro. Pero de pronto se le enturbió la vista y sus pupilas se ocultaron bajo sus párpados dejando sus ojos en blanco. Echó la cabeza hacia atrás con la boca muy abierta y con la expresión de un poseso, exhalando un gemido donde se confund'an el placer y la angustia. Su cuerpo entero se estremeció. El lenguaje corporal de Jael daba señales inequ'vocas de haber llegado al punto de no retorno, las palpitaciones del pene, la respiración acelerada, la forma en que contrajo los dedos de los pies. Todo el conjunto de signos lo percibió Elsa quien suavizó y desaceleró la paja para permitir una eyaculación cómoda, y se quedó expectante. El orgasmo se manifestó primero salpicando con un chorrito de fluido que apenas se elevó unos cent'metros en el aire, pero casi inmediatamente después disparó un hilo de leche con la fuerza de un geiser que saltó por encima del hombro de Elsa manchando la solapa del traje y aterrizando algunas gotas detrás suyo sobre la mejilla de Jael quien mov'a la cabeza de un lado a otro como loco. El siguiente disparo se proyectó en una vertical perfecta que alcanzó la altura del rostro sonriente y sorprendido de Elsa para luego caer y depositarse en sus manos que se iban quedando cada vez más pringosas. El cuarto chorro de semen t'picamente deb'a salpicar con menos fuerza, pero éste fue tan potente y abundante como el anterior impactando en la punta de la aguileña nariz de Elsa a quien pilló desprevenida. La mujer se sobresaltó y no pudo contener la risa al salir de su asombro. Aunque dejó de masturbar por un momento, la polla siguió lanzando al aire pequeños chorros de semen en un orgasmo prolongado. Cuando más sensible está el glande es durante el orgasmo y justo después. Normalmente la gente evita que le sigan manipulando el sexo después del momento culmen porque puede ser incluso doloroso, y esto Elsa lo sab'a muy bien pues lo hab'a experimentado en sus carnes y en las de otros. As' que reaccionó y envolvió en un puño el capullo que aún manaba semen que flu'a descendiendo por la verga como el esperma de una vela. Lo apretó como quien aprieta una pastilla de jabón para que resbale y salga disparada de la mano, como si quisiera exprimir un limón, y luego levantaba la mano para liberarlo dejando que se escurriera de los dedos. Esto lo repet'a tan rápidamente como si le estuviera haciendo una paja ensañándose con la punta del falo. Jael ahogaba los gritos entre sus dientes mordiendo con fuerza y moviendo la cabeza como un endemoniado. Quien quiera que hubiera all' detrás encargado del sonido sol'a dejar que el público oyese la agon'a del voluntario no más de treinta segundos, entonces sub'a el volumen de la música hasta tal punto que los quejidos se hac'an imperceptibles. Cuando Elsa no pod'a o'r el efecto de su martirio entonces se guiaba por el movimiento de los pies del sufridor. Jael contorsionaba los pies y tiraba con fuerza de las correas que sujetaban sus tobillos. El pene comenzaba a quedarse flácido as' que Elsa lo estranguló por la base para mantenerlo hinchado y con la otra mano lo empuñó como si fuera a desenvainar una espada, y al tiempo que deslizaba el puño hacia fuera hac'a un movimiento rotatorio para masajear el glande antes de dejar que se escurriera fuera de la mano, y as' repetidas veces. Jael cerró los puños y tensó todos sus músculos soportando lo insoportable, pero acabó agonizando y se humilló suplicando que pararan, pero Elsa hizo caso omiso y siguió torturando al joven hasta que el pene se fue quedando flácido y menos sensible. Cuando vio que Jael ya no mov'a los pies lo miró a la cara, ahora gimoteaba concentrado en soportar el dolor. Entonces cesó, y el reo suspiró agotado. Jael abrió los ojos lentamente. La música, ahora suave y relajante, lo mec'a en esa nube sobre la que se sent'a flotar. Buscó el hermoso rostro celestial, pero la carita de ángel se hab'a esfumado. Elsa estiró una pierna y dejó deslizar sus posaderas por un lateral de su asiento hasta tocar el suelo de puntillas, bajando luego la otra pierna con la flexibilidad de una bailarina. Sin demora destrabó la montura de sus anclajes y la apartó, y mientras, la camarera iba y ven'a para retirar del escenario las cubiteras y los micrófonos. Después accionó los mandos para colocar a Jael en posición recta y supina en contacto con el suelo. Primero liberó sus tobillos, y cuando se aseguró de que se manten'a en pie liberó sus manos. La primera reacción de éste fue la de intentar agacharse para subirse los pantalones, pero ella se lo impidió y se encargó personalmente. Cuando se esforzaba torpemente por abrocharse el cinto con la camisa desordenada, aturdido y con los brazos aún entumecidos, la actriz hizo un gesto para que el público le dedicara un aplauso. Mientras el público aplaud'a las luces de ambiente se intensificaron gradualmente iluminando toda la sala y los focos centrales se apagaron. Jael con rostro somnoliento miró a su alrededor sonriendo en señal de agradecimiento y sintiéndose un poco avergonzado. La actriz recogió los calcetines y el calzado de Jael y lo acompañó hasta uno de los cómodos asientos de terciopelo rojo. Luego volvió al escenario para despedirse del público, radiante y feliz, cogió sus zapatos y se marchó descalza corriendo a pasos cortos y gráciles, salvando peldaños como si su cuerpo ingrávido saltara de puntillas sobre nubes de algodón hacia su camerino. Cuando Jael se estaba atando los cordones de sus zapatos se acercó la bella camarera para ofrecerle una bebida de su elección, invitación de la casa. Éste la miró hipnotizado por su belleza y le pidió, por favor, agua. -¿Con hielo? -S' por favor. Cuando la camarera regresó para servirle el vaso de agua le dijo: -All' detrás hay un sofá donde te puedes tumbar sin que nadie te moleste. Puedes descansar el tiempo que quieras sin problema. Lo que a Jael más le apetec'a era quedarse en su asiento reflexionando sobre lo que acababa de vivir y sentir, viendo cómo los demás charlaban y lo miraban de reojo desde la intimidad de sus asientos; esperar hasta que comenzara el siguiente número erótico y vivirlo como espectador antes de volver al hostal en un taxi. Pero si aceptaba la oferta del sofá seguramente la camarera se dirigir'a a él al menos una vez más esa noche, as' que asintió, cogió el vaso de agua y la siguió en dirección hacia los escalones por donde Elsa hab'a abandonado la sala. Doblaron a la izquierda y atravesaron unas cortinas que ocultaban un pasillo, y en el pasillo una puerta para entrar en un pequeño habitáculo tapizado con moqueta donde sólo hab'a un sofá y una mesita con una lámpara de noche encendida. Le dijo que pod'a volver a la sala cuando quisiera, y que si se quedaba dormido ella lo despertar'a alrededor de las cuatro y media. En cuanto ella se marchó cerrando la puerta tras de s', Jael se lamentó de perderla de vista, se tomó el vaso de agua y se tumbó en el mullido sofá. El cuarto ol'a a tabaco y no estaba insonorizado, desde all' se pod'a o'r el transcurso del espectáculo. Por no hacer un desprecio se quedar'a all' tumbado unos diez o quince minutos y luego regresar'a a su asiento de terciopelo rojo, as' que cerró los ojos y esperó. En su mente rebobinó una y otra vez las imágenes eróticas grabadas durante esa noche, y las revivió hasta que el sueño se fue apoderando de él. Unas largas piernas de piel de marfil taconeando a su alrededor, la figura esbelta de una amazona que se sentaba sobre él a horcajadas, la visión de un culo perfecto ceñido con un traje negro y muy cerca de su cara, unos pies bell'simos con racimos de dedos largos y cuyos frutos jugosos quer'a saborear, el rostro hermoso de una niña mujer de cutis inmaculado. En el fondo de su mente se o'a el eco de una voz, un susurro, un hada que quer'a concederle un deseo, una sirena que lo atra'a hasta las profundidades del mar. Algo quer'a decirle esa voz pero no distingu'a las palabras. Aguzó el o'do y aquellas palabras fueron tomando forma hasta que de pronto volvió en s' y escuchó claramente: -eh, ¿estás despierto? Abrió los ojos sobresaltado y vio a Elsa que asomaba la cabeza detrás de la puerta entreabierta. -S', ¿qué hora es? -Las tres y media más o menos. ¿Quieres descansar en otro sitio con menos ruido? -Vale. Se levantó e hizo un esfuerzo por parecer lúcido y despierto. -Ven, s'gueme.- Le susurró. - Te llevo a mi camerino. Siguió a la mujer que andaba descalza por los pasillos, ya fuera hada o sirena. Ahora llevaba un vestido hippie de asillas, largo y suelto, de varios colores. El camerino era una habitación con armario, cama y tocador, y en una esquina un baño pequeño de paredes de pladur. -No quiero molestar. -Acuéstate en la cama, te pondré el despertador a la hora que te tengas que ir. Puedes darte una ducha si quieres. -¿Es tu cama? -Son mis sábanas. -No quiero ponerme muy cómodo porque después me costará marcharme. Tampoco quiero ensuciarte las sábanas. -No te preocupes por eso, tú qu'tate los zapatos y túmbate. Si te da fr'o tápate con la manta. -Gracias. ¿Y tú qué haces ahora? -Volveré luego. Elsa se puso unas babuchas y salió cerrando la puerta. Jael asumió serenamente la extraña suerte que estaba teniendo, y sin analizar más la situación se descalzó y se tumbó en la cama. Se sent'a enamorado de dos mujeres a la vez, dos mujeres que desaparecer'an de su vida en el momento de las doce campanadas. Cerró los ojos y esperó largo rato intentando dormir pero al mismo tiempo expectante. Alguien entró en la habitación y apagó la luz quedando todo en absoluta oscuridad. Se hizo el dormido y aguardó. Sigilosamente una mujer se acercó y se tumbó a su lado, se puso cómoda y se abrazó a Jael con ternura. Éste no quiso moverse. Tan sólo después de permanecer inmóvil un tiempo prudencial, pasó un brazo por encima de la cabeza de la chica para abrazarla y dejar que se pegara más a él. Ten'a ganas de tocarla, acariciarla, besarla, decirle que la quer'a, aunque no sab'a qué rostro poner a la persona que ten'a a su lado. Comentario del autor: Este relato erótico es ficticio. Está inspirado en la Sala Bagdad que existe en Barcelona y en clips pornográficos de la red con temática del mundo del BDSM. Es el primer relato que divulgo. Como carezco de formación académica he hecho un esfuerzo considerable revisando el texto varias veces para expresarme de la mejor manera posible, disculpad mis fallos. El relato está inspirado en fantas'as eróticas más propias de los hombres que de las mujeres, pero he procurado crear una atmósfera atractiva para cualquier lector ávido de literatura erótica. Quisiera seguir experimentando con el género erótico, y me ser'a de gran ayuda recibir comentarios por e-mail de cualquier 'ndole, saber si les ha gustado o no, consejos sobre cómo mejorar la narrativa o conocer qué fantas'as eróticas tiene la gente. Gracias. chicomad123@hotmail.es Viernes 29-07-2011.